Este fin de semana, el amor se respiraba en el aire ateniense: la princesa Teodora de Grecia se casó al fin con su novio, el abogado estadounidense Matthew Kumar, en una impresionante ceremonia celebrada en la catedral metropolitana de Atenas. Como no podía ser de otra manera, la pareja, cuyo compromiso se remonta a 2018, congregó a buena parte de la realeza europea, que no quiso perderse la gran ocasión.
Por supuesto, la familia real griega acudió en masa. La madre de la princesa Teodora, Ana María de Grecia, los cuatro hermanos de la novia; Pablo de Grecia, Alexia, Nicolás y Philippos; y sus sobrinos y sobrinas, Olympia de Grecia, Arietta Morales (que ejercieron de damas de honor), los príncipes Achileas y Constantino de Grecia estuvieron allí para celebrarlo. También asistieron algunos integrantes de las familias reales española y danesa, como Sofía de España y Benedicta de Dinamarca. Si a esto le añadimos buena parte de las personalidades más candentes de la alta sociedad griega, la lista de invitados es de una elegancia arrebatada y sin duda pasará a la historia.
En cualquier boda, y más aún en una de la realeza, todas las miradas se centran en la novia y en lo que lleva puesto. Teodora de Grecia recurrió a Celia Kritharioti, la modista de las estrellas (y de top models como Naomi Campbell e Iman) que crea sus codiciados conjuntos en el taller más antiguo del país, amén de la primera casa de modas de alta costura de Grecia, para que se encargase de su vestido de novia. Kritharioti no es ajena a la familia, ya que ha recibido innumerables encargos de elegancia regia a lo largo de los años, se entusiasmó con la oportunidad y creó no uno, ni dos, sino tres impresionantes diseños para la ocasión: un diseño con lazo en la espalda para la fiesta de preboda en el Museo Bizantino y Cristiano de Atenas, el impresionante vestido de la ceremonia y un minivestido con los hombros descubiertos e incrustaciones de cristales de Swarovski y flores hechas a mano para la fiesta posterior. "Aparte de la responsabilidad extra y la emoción que conlleva vestir a una princesa real, es un verdadero honor haber creado el vestido de novia de la última princesa de esta familia y saber que este vestido se preservará bien de cara a las próximas generaciones, sobre todo en esta época en la que la artesanía está desapareciendo", nos cuenta Kritharioti.
A su llegada a la catedral el sábado, con su silueta escultural y todo el encanto propio de una novia de cuento de hadas, quedó claro que optar por la elegancia característica de Kritharioti fue todo un acierto por parte de la princesa. El vestido de novia con escote bardot, encaje francés adornado con cristales y detalles pintados a mano era de princesa de cuento: "Estaba encantadora", confirma Kritharioti. “Esta combinación de arte y artesanía garantiza que el vestido no sólo sea hermoso, sino también una pieza única que refleja tanto la tradición como la elegancia moderna”, explica.
Pero no fue tarea fácil para la diseñadora, que, tras un sinfín de pruebas y conversaciones, ideó el look en su taller de Atenas, fundado en 1906, junto a seis costureras y cuatro artesanos que se dedicaron exclusivamente a los adornos y bordados. De hecho, Teodora ya le hizo un encargo a Kritharioti allá por 2019 cuando la boda estaba prevista para 2020. No obstante, hubo que posponer la celebración debido a la pandemia del Covid-19. En cuanto se confirmó que finalmente tendría lugar en 2024, Kritharioti se puso al fin manos a la obra: "El vestido tardó aproximadamente un año en estar completo. Teodora residía en Los Ángeles durante el proceso, así que visitaba el taller en Atenas para las pruebas", explica.
"Desde los bocetos iniciales hasta la prueba final, el proceso duró varios meses de meticulosa planificación. Comenzó con innumerables consultas para captar la visión y la esencia que exige un vestido para una novia real. Se consideró cuidadosamente cada elemento, desde la elección del tejido hasta el más mínimo adorno. Cada prueba implicaba acercarse un paso más hacia la perfección: un vestido de novia de la realeza confeccionado con amor, que encajaba perfectamente con la gracia, la calidad, la cortesía y la elegancia de la princesa Teodora, una novia excepcional y cariñosa", afirma Kritharioti. "El bordado fue uno de los elementos que más trabajo requirió. Se cosieron a mano intrincados motivos florales inspirados en patrones reales que se remontan a varios siglos. En total, se aplicaron más de 500.000 diminutos cristales y numerosas flores, todos y cada uno de ellos a mano. El equipo de artesanos tardó casi 1.200 horas en completar el trabajo. Se valoró y perfeccionó cada detalle a lo largo de varias pruebas para lograr el equilibrio adecuado entre el brillo y la sofisticación", añade.
Con respecto al diseño en sí, Kritharioti señala: "Quise expresar la amabilidad, gracia, modestia y humildad de la princesa, reflejar su personalidad en este vestido. Al principio pensé que solo podría hacerlo con un encaje de seda blanco, tan gentil como ella y tan puro como su imagen. Debido a las circunstancias, la boda se pospuso, y el vestido fue evolucionando gradualmente, tras muchas conversaciones, pruebas y alteraciones. Como resultado, la inspiración surgió de una mezcla de su personalidad, los principios de nuestra casa de modas y nuestro compromiso con la elegancia y la feminidad, así como con la naturaleza. Nos fijamos en los vestidos de las reinas y princesas del pasado, pero también nos inspiramos en motivos procedentes de la naturaleza, como los estampados florales y las líneas suaves y fluidas, para aportarle frescura y vitalidad. La idea era crear algo regio pero lleno de vida, un vestido que encarnase a la vez tradición y modernidad".
El vestido se combinó con un velo que perteneció a la princesa Margarita de Connaught y que, desde entonces, han lucido otras novias pertenecientes a la realeza, como Ingrid de Noruega, la reina Ana María de Grecia, Margarita y Mary de Dinamarca. "Fabricado en encaje de carrickmacross, el velo está bordado con motivos con lirios, filipéndula ulmaria y tréboles", confirma la diseñadora. También con una tiara de Cartier que el jedive de Egipto regaló a Margarita de Connaught en 1920. Para sorpresa de nadie, el resultado fue espectacular: una receta impecable y chic que mezcla excelencia nupcial, historia royal y salpicada del estilo inimitable que conforma el ADN característico de Kritharioti.
Pero la cautivadora habilidad de la diseñadora no se limitó únicamente a la princesa. La diseñadora también creó el vestido azul que lució la madre de la novia, Ana María de Grecia, y el conjunto de encaje que lució la princesa Katerina, por no mencionar el vestido con mangas globo rosa claro que llevó la propia Kritharioti, para la ocasión y, naturalmente, diseñó ella misma.
"En Grecia tenemos un dicho: cuantos más agujeritos [de alfiler] tenga el vestido, más feliz es la novia. Les deseo una vida llena de felicidad", augura Kritharioti. Y con el espectacular nivel de detalle del vestido de Teodora, obra de la diseñadora y su histórica firma de alta costura, eso equivale sin duda a una cantidad de alegría que solo cabe calificar de sísmica. ¡Que vivan los novios!
Artículo original publicado por Tatler. Accede aquí.