Paralelismo (retórica)

figura retórica de repetición

Dentro de los recursos estilísticos de la retórica, el paralelismo es una de las llamadas figuras de repetición. Se trata de distribuir paralelamente las palabras, sintagmas y oraciones para conseguir el efecto rítmico-secuencial (recurrencia) en un texto. Es decir, repetición de la misma estructura en el mismo o distinto orden, como sucede con los paralelismos de tipo quiasmo o retruécano.

Tipología

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Dependiendo del aspecto formal en el que se establezca la relación entre las secuencias, se distinguen cuatro tipos principales de paralelismo:

Isocolon

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El Isocolon consiste en la igualdad o semejanza en la longitud silábica de varias cláusulas o secuencias en prosa (sería el equivalente al isosilabismo de la poesía).

Parison o paralelismo sintáctico

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El paralelismo sintáctico o parison se produce cuando hay semejanza estructural entre dos o más secuencias en prosa o verso de forma que se produce una correspondencia casi exacta entre sus constituyentes sintácticos. Es, por ejemplo, un recurso característico de las Cantigas de amigo (en la modalidad llamada leixa-pren) o de algunos romances. Por ejemplo, los versos impares del Romance del Conde Olinos:

A ella, como hija de reyes,
la entierran en el altar;
a él, como hijo de condes,
unos pasos más atrás. (Galmés de Fuentes, Álvaro, El Romancero hispánico)

O en el Romance de la jura de Santa Gadea, donde incluso acompaña el ritmo acentual dactílico:

Tú me destierras por uno;
yo me destierro por cuatro.[1]

Correlación

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Semejanza estructural provocada por la colocación simétrica de palabras en el interior de las secuencias. Por ejemplo:

Tus bellos ojos y tu dulce boca
de luz divina y de oloroso aliento
envidia el claro sol y adora el viento
por lo que el uno ve y el otro toca (Pedro Espinosa)

Paralelismo semántico

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Propio de la métrica hebraica en los Salmos, los Profetas y la parte central del Libro de Job, el paralelismo semántico consiste en repetir la misma idea pero con distintas palabras; por ejemplo, primero un concepto abstracto y luego una imagen concreta:

El malvado cree que Dios se olvida,
que se tapa la cara y nunca ve nada (Salm. X, 11)[2]

Referencias

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Enlaces externos

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