Ir al contenido

Diferencia entre revisiones de «Categoría:Pintores de Galicia»

De Wikipedia, la enciclopedia libre
Contenido eliminado Contenido añadido
Sin resumen de edición
 
(No se muestran 14 ediciones intermedias de 12 usuarios)
Línea 1: Línea 1:
[[Categoría:Pintores de España|Galicia]]Carlos Maño.
[[Categoría:Pintores de España por comunidad autónoma|Galicia]]
[[Categoría:Artistas de Galicia]]
Carlos Maño: ironía y magia de la pintura.



Conocí a Carlos Maño en un momento de esos en que intuición y emoción coinciden: sus obras nos envolvían y eran un paraíso agradable y sugerente. La pasión de la pintura, la obra bien hecha y la mirada a los siglos pasados con los ojos de hoy, los únicos.
Atrás quedaba el caos de una ciudad paralizada en un gran atasco, de un tiempo que jugaba entre lo cálido y lo helador, lo oscuro y lo luminoso de forma caprichosa, respondiendo en todo caso a un azar que ignoraba nuestros deseos. Algo a lo que nos acostumbra no solo el clima, es cierto.
De repente los ojos del artista y mi torbellino de palabras coincidieron a pocos metros del Prado y el Reina Sofía. Ese equilibrio que solo consiguen, a veces, el arte y la vida, existía, nos rodeaba.
En ese momento no quise investigar: disfrutar solo. Los dioses de la pintura y el cine habían salido a pasear tranquilos. Volaban entre nubes. O sobre ellas. El curso de los días entre eterno y cotidiano. Sueños luminosos. Historias para la luz. Y una gran ironía que permitía que todo fuese tan natural. Y es que la obra de Carlos Maño tiene la rara virtud de que sean muchas las lecturas que pueden hacerse de ella. Y su capacidad plástica crea un álbum de familia entre lo sagrado y lo sublime: Warhol, Velázquez, Rubens, Cranach, Miguel Ángel, Rita Hayworth, la Monroe o John Wayne nos parecen tan cercanos y lejanos como la foto de aquella tía tatarabuela que nunca conocimos pero que forma parte de nosotros mismos.
El tiempo inmisericorde se detiene en la pintura de Maño. El artista sabio, sorprendido de su propio acierto -y quizá levemente temeroso de lo conseguido- nos deja estos cuadros para el tranquilo asombro, de forma que casi no nos demos cuenta de los aromas, los ricos matices y secretos que les dan vida.
Hay en ellos una aparente facilidad, una musicalidad juguetona que esconde lo pensado: se intuye el volcán apasionado, el cauce de lava mudado y encauzado por la bruma que nos lleva a valorar un hermoso día, un excelente caldo, la acogedora calma.
La luz, insisto, de muchas horas de mirar y de pensar nos es devuelta. Recupera el placer tras una batalla en la que nos iba la vida, tras la tormenta del amor (o del color) que nos ha hecho vernos y valorarnos en un nuevo esplendor, más cotidiano, más cercano, más sereno.
A veces es imprescindible una mirada como la de Carlos Maño y sus historias de la pintura. Su placer. Nuestro placer. Ordena el mundo porque sabe de su turbulencia. No es el tiempo de Alicia, sus maravillas son otras: su búsqueda es otra. Hay que mirar el mundo como a través de una inmensa televisión. Y luego apagarla, casi para siempre. Y soñar. Otro cielo, otros pájaros, otra vida. Crearla. Con la pintura. Que los que no ven, vean, si acaso el conjuro hiciese efecto. El río en el que es imposible bañarse dos veces, casi sí. Aunque no sea posible, que sea posible. Dice Juan Gelman que el frío de conocerse puede tener otro destino. Que el corazón no hace sino sobrevivir en el tajo de sus corrientes extrañas. Otro camino: la magia que Woody Allen proponía en La rosa púrpura de El Cairo.


Jesús Gironés

El proceso: la curvatura de la realidad

“...lo que ahora despierta nuestro interés por las obras del arte, no es el puro placer, sino también nuestro juicio, desde que sometemos a nuestra inmediata consideración el contenido del arte y la manera en que la obra de arte es presentada, y lo apropiado o inapropiado de las dos” ( G. W. F. Hegel, “Lecciones”)

El proceso en la obra de Carlos Maño es pura actualización, el principio o el fin no esta determinado por la apariencia del espacio plástico. Su propuesta es una realidad sin fondo, una perpetua simultaneidad de acontecimientos y el cuadro particular, una parte de la acción. Esta circunstancia atraviesa no solo el eje vertical del proceso, es decir la obra en si, sino el horizontal, el que nos proporciona la salida de la imagen. Este proceso es un viaje a través de un hueco en la superficie de la realidad. Una entrada por la que el artista nos absorbe desde su primera apropiación icónica, hasta salir despedidos por la ventana del espacio plástico. Carlos Maño no mantiene al espectador frente al horizonte, le arrastra con fuerza gravitatoria para ser parte de un recorrido interior. La construcción del trabajo creativo no está definida por las coordenadas del cuadro. La bidimensionalidad del soporte solo es una curva de realidad: un agujero blanco, una consecuencia o una instancia del proceso. Un centro de tensión que expulsa hacia nuestros ojos lo que permanece en la memoria icónica.
Lo primero, en este proceso, es considerar la actitud del artista, variable que aporta totalidad al trayecto. El viaje de Carlos Maño se sitúa en cualquier punto de su cotidianeidad. Un ejercicio de apropiación que le introduce en una vertiginosa caída por el discurso icónico del medio: Kosovo, las migraciones, la última película, el sinuoso deseo pin-up, la realidad de la ficción de Warhol....




El encuentro fortuito con la imagen le arrastra con fuerza gravitatoria de agujero negro. Existe en la teoría física un “horizonte de sucesos”, son espirales adyacentes al agujero, que también son arrastrados por la misma acción gravitatoria. Siguiendo a Arthur Danto, nos valemos de la hermenéutica postmoderna y establecemos una analogía entre un dominio y otro, este es el punto de inicio del proceso. Las Imágenes que se adhieren a aquella realidad omnipresente, lo hacen a través del mando a distancia, de la cámara del móvil, de la última melodía de repetición neurótica, cientos de estímulos que de forma intrusiva inundan la conciencia. Así, la retina del artista capta imágenes a través de lo que Gilbert Cohen Séat llamó la iconosfera.
La psicología del pensamiento nos ofrece el razonamiento analógico como vehículo de encuentro entre dominios y la hermenéutica postmoderna nos facilita la interpretación. En el caso del proceso creativo de Carlos Maño, el viaje de la realidad mediática a la realidad plástica parece la caída desde un agujero negro hacia uno blanco. “La gravedad es una distorsión en el tejido del espacio”, así interpretaba, A. Einstein, estos embudos en el espacio-tiempo. En este sentido, el proceso no es una unidad territorial de la tela, es una distorsión en el tejido de la realidad donde comienza una acción constante de apropiación de contenidos, que no están mediados por la voluntad sino que son parte de un tipo de estado receptivo. La acción del artista no es una traducción de significados a través de la imagen, este solo es un momento del hecho creativo: el espacio del cuadro es el otro extremo de la acción, el opuesto al punto de partida: un agujero blanco en la iconosfera mediática. Desde la apropiación icónica hasta la ejecución plástica, hay un diálogo de opuestos que refleja la dicotomía universal. A la materia se opone la antimateria, a los agujeros negros los blancos, a lo centrífugo lo centrípeto, a la gravedad la antigravedad, o lo que es lo mismo, a la mancha gestual de los fondos, la rigurosidad de la estructura compositiva... de las pin-up a los soldados. El dialogo de opuestos recorre todo los niveles de la construcción desde el más abstracto, la estructura compositiva, hasta el anecdótico, discurso de la globalización.





En este estadio del proceso el artista recurre a técnicas de elaboración y proyección de las imágenes a través de la tecnología. La selección icónica no se produce en este momento, sino que ya está presente como ejercicio cognitivo previo, siendo parte de la memoria visual. Una prueba de este sentido “espontáneo” de la apropiación, es la emergencia involuntaria en el trazado de la obra de aproximaciones áureas. Una traducción de contenidos para dotar de unidad. Para ello, Carlos Maño, se nutre de los pitagóricos y los renacentistas. La mera contemplación de las formas áureas transporta a la visión del orden y la armonía de los ritmos del universo. En el caso que analizamos, esta estrategia es fruto no de un compromiso de la voluntad sintética, sino otro rasgo de asimilación paulatina de argumentos. En la estructura compositiva de las obras podemos descubrir con frecuencia la construcción del rectángulo áureo y la disposición de crecimiento de volúmenes del espiral dorado, ( la simetría de las peluqueras)
Del renacimiento a la postvanguardia. El artista, con juego irónico, roba desde el postpop al pop, el refugio predilecto del kitch. Emulando su risa y juego banal, nos engaña parafraseando su objetivo de apropiación. Con trampa e ironía lo coloca sobre una entidad de contenidos que hereda la presencia no de la sociedad de consumo primigenia, sino su consecuencia trascendente. Allí conviven, la banalidad ácida con las imágenes de la herencia europea, en el gesto y en la forma, para mirarse en la actualidad de la sociedad postpop: la silueta de una “Marilyn” hace sombra a un río de emigrantes








Dice Umberto Eco: “ el arte ya no propone proporcionar una imagen de belleza natural, ....lo que pretende es enseñar el mundo con una mirada distinta...”, algo que ya anunciaba Hegel en 1832 en “Lecciones”: “...El arte nos invita a una reflexión intelectual y no con el propósito de crear arte nuevo, sino para conocer filosóficamente lo que es el arte”. El proceso de Carlos Maño es un sistema que lo absorbe todo, emula la condición de nuestro medio. Actualiza los argumentos iconográficos en nuestra conciencia para enfrentarnos a las consecuencias de lo que fuimos. Ofrece a nuestra retina la posibilidad de ver el reflejo de lo que somos y lo que estamos construyendo.

Marcela Santorum Ardone.



Carlos Maño aborda una nueva propuesta pictórica
Los lenguajes de la reflexión

Desde hace unas dos décadas Carlos Maño (…,1960) produce una pintura en donde se advierten consolidadas señas de identidad expresionistas, contenidos plurales y, con frecuencia, un atractivo lirismo. Una decisión personal que este artista ha desarrollado con una imaginería abundante en grafismos de potente capacidad sugestiva y un tratamiento del color, en donde tanta importancia tiene la elección de la paleta como la generación de texturas y los volúmenes. Estos presupuestos han originado una obra reconocida por coleccionistas, galeristas, críticos y público aficionado al arte contemporáneo de Galicia, norte de Portugal, Madrid y Barcelona. Maño reside habitualmente en Arousa, una comarca de referencia artística por el nutrido grupo de destacados pintores y escultores que viven y trabajan próximos a la ría.

La evolución de este pintor hasta finales de los años 90 transcurrió con un ritmo de serenas inflexiones, orientado seguramente hacia la búsqueda de lo esencial del complejo mundo interno que revelan sus cuadros. En la producción previa a la obra que se conoció en junio de 2002 en el Castelo de Soutomaior, Pontevedra, se advierte una cierta economía de imágenes pero dotadas de nuevas capacidades alusivas, además de una preocupación por plantear otras formas compositivas. Tales son algunos de los principales atributos de una madurez artística, que se ha demostrado razonablemente sensible a las corrientes –y turbulencias- de la pintura de la segunda mitad del siglo XX. La incontaminada calidad contemporánea de los cuadros de Maño está respaldada, entre otros aspectos, por un desprejuiciado conjunto de opciones y privilegiada por criterios cargados de subjetividad e intuición.



De la imagen reproducida a la imagen representada
A finales de 1998 la producción de Maño experimenta un importante salto evolutivo que transforma de una manera radical su discurso pictórico. Irrumpe en sus cuadros una aleatoria selección de imágenes reproducidas, que constituyen claros referentes a lo cotidiano, a las nuevas formas de belicismo, a lo político como significado y también a lo poético. Otra de las novedades reside en que la organización del espacio en el lienzo se supedita con nitidez a un doble lenguaje de reflexión: por un lado conserva sus entrañables señas de identidad expresionistas y por otro elabora una personal propuesta estética de gran eficacia narrativa, vinculada sólo formalmente con la abierta tradición del arte pop. Sin renunciar a nada, Maño incorpora sistemas, códigos y métodos de producción tecnológicos en su pintura, aspectos que colaboran en gran medida a definir su nueva propuesta, tanto como lo hacen también sus novedosos contenidos.

Las referencias a la realidad que Maño plantea ahora en su pintura son aportadas por imágenes que el artista selecciona en medios digitales e impresos de reproducción, un osado recurso introducido por el arte pop,( y antes por el collage) adoptado y enriquecido por este artista con una compleja y avanzada técnica que incluye sucesivas intervenciones manuales y digitales. En los espacios más privilegiados de sus cuadros, el sensual y esforzado acto de pintar ha sido reemplazado por el resultado de un conjunto de calculadas decisiones y consideraciones estéticas. En el tratamiento de las imágenes reproducidas hay una búsqueda que elude, con buena fortuna, el azar y la literalidad. Uno de los felices hallazgos de esta nueva etapa de Maño, es el proceso invisible por el cual las imágenes reproducidas adquieren en su pintura todos los atributos de imágenes representadas.

Una narración con significado
Algunos pintores pop solían vaciar de contenido lo representado mediante la utilización de colores creados, que no se encuentran en la naturaleza, y fondos neutrales. La carga y el valor de lo narrativo estaban depositadas mucho más en aquel novedoso lenguaje pictórico, que en el propio significado de los iconos. Un aporte de Maño a esa corriente es su recompensado esfuerzo de dotar de claras alusiones, y hasta directas alegorías, a los cuadros de su última producción. Cabe recordar aquí el explicito rechazo de Andy Warhol a la interpretación de significados en su obra. Maño se involucra en una propuesta estética de singular trascendencia para la plástica del siglo XX, y devuelve con atractiva innovación el conjunto de sugerencias que asume de ese arte. La identidad de método, que reside en elegir entre imágenes reproducidas y manipularlas antes y después de su incorporación al lienzo, hasta que adquieren la buscada calidad de imagen representada, no está al servicio de la intencionada banalidad que practicaron los artistas pop. Maño narra, interroga y afirma desde su pintura, pletórica de significados.

La decisión de que en sus cuadros convivan, cohabiten tal vez, recursos pictóricos del pop y del expresionismo, denota complejidad, riesgo y libertad artísticas. De la misma manera que el creador gallego Tono Carbajo, por citar un artista de la misma generación de alguna manera próximo, transita con destreza por distintos soportes e innovadoras técnicas, Maño se desentiende, una vez más, de la ortodoxia de las corrientes y los estilos, para construir una sólida propuesta personal sostenida, entre otros aspectos, por su oficio de pintor adquirido a lo largo de dos largas décadas.

Complicidad, guiño, yuxtaposición, doble discurso, síntesis o referente, cualquiera sea el esfuerzo semántico para interpretar la presencia de los dos lenguajes que utiliza este artista en sus cuadros, la realidad es que el conjunto de los acabados y eficaces recursos que utiliza Maño, justifican la ambición de reivindicar un espacio propio, de opinar desde una concepción de la pintura y de asumir una identidad visual diferenciada y cargada de futuro.

Jorge García, abril de 2002, Vigo.







[[gl:Category:Pintores galegos]] Carlos Maño. (Zaragoza, 1960), un artista que segue as indagacións dunha parte das correntes figurativas das últimas décadas, equidistante entre as tendencias puramente formalistas que derivan de certa pop art e as máis viradas cara a posicións máis expresivas e expansivas de raíz expresionista, cunha obra que delata a súa plena consciencia de historicidade e tamén a carga de intensa cultura visual que caracteriza a nosa sociedade.
Da primeira tendencia deriva a vontade que expresan as obras de Carlos Maño de establecer diálogos e utilizar motivos tirados da cultura de masas para desde eles concibir unha maneira de relacionar arte e sociedade. Cómpre lembrar que na arte pop, desde os sesenta, o consumo, o lecer, abrocha como unha realidade incontestábel que pon toda a súa énfase nun territorio descoñecido anteriormente para a creación, como é o mundo da sociedade baseado no consumo de bens en masa, auténtico alicerce da nova realidade económica, cada vez máis indiscutíbel. Unha obra como Posando para Andy (2003) é un exemplo perfecto deste proceso ligando a referencia a Andy Warhol coa reprodución da figura de Xudit de Giorgione que se conserva no Ermitage de San Petesburgo.
Mais ao tempo que se percibe este mundo referencial, Carlos Maño opta na súa obra por unha construción de forte rigor plástico –cunha execución e un afondamento nos procesos de elaboración formal- pero ao servizo dunha idea, no seu caso case podemos falar dun ideal, ideal acentuadamente pictórico e mesmo narrativo, porque nas súas obras o referente icónico e o lingüístico xogan un papel determinante, principiando polos títulos: Las enseñanzas de Gabrielle y la Duquesa de Villars; Peinados Extasis III; Petit Menina; Titties and Beer; Comida Vegetariana (para adultos); Cuidado Johnny, a tu espalda!; Á procura da morada, que semellan o comezo dunha historia ou o título dunha novela da posmodernidade urbana de consumo rápido e lixeiro; un mundo que acabará por tomar forma plástica na tea. Os títulos son , xa que logo, toda unha toma de posición estética que podería estar ao servizo dunha captación inmediata da realidade, mais que no seu caso serven para unha procura diferente na que a modulación de liñas e cores, en ligazón coas referencias figurativas, é o vehículo para a transmisión dunha pulsión interior, non unha pulsión de carácter expresivo, como decote se interpreta o termo aplicado á obra pictórica, senón máis ben entendida como intensa busca interior que tenta por medio da pintura sintetizar un estado de captación pleno, como froito dun estado de alerta do pintor. Os títulos remiten, pois, desde fóra a unha realidade outra, establecendo unha relación especular e paradoxal e funcionando como vectores que nos transportan mentalmente, de xeito que semella que o pintor quere dirixir a nosa mente nunha dirección que a pintura non reafirma, mais que favorece e estimula unha serie de posibilidades de lectura, abertas pero enmarcadas pola contundencia que a palabra, o título, presenta
O resultado, nunha primeira ollada, non se afasta dunha vertente da pintura actual preocupada por ligar este ámbito de captación coa investigación formal herdeira das vangardas históricas, mais a diferenza entre a obra do noso pintor e outras versións máis planas é a sutileza da súa linguaxe, unida ao coidado formal, demostrando que nos mellores momentos, e en especial na pintura, “forma” pode tamén ser “contido”, sempre que consiga o fundamental que é a transmisión, a capacidade de comunicación.
É a de Carlos Maño unha pintura na que a liña e a cor seguen a ter un papel sobranceiro, unha liña que nos suxire o deseño, ás veces remarcando claramente a silueta, de aí que nos evoque momentos da arte do pasado, sen evitar as referencias á tradición clásica da pintura, nas que a liña modula toda a construción, sendo en conxunto o vehículo de expresión das máis fondas vivencias. Pero é tamén a súa unha pintura moi interesada na investigación sobre a cor e a percepción visual, experimentando coa luz e os reflexos e sobre todo interesada na captación dos ritmos. O pintor leva adiante un proceso de deconstrución da cor, non nun sentido xeometrizante, senón baseado en ritmos máis sutís, como se tratase dunha rima interna, por usarmos un termo poético que lle acae moi ben ao sentido profundo da súa pintura, e na que se pode detectar o mantemento dalgunhas constantes da súa pintura dos anos iniciais moito máis fortemente expresionista.
Cómpre lembrar que o horizonte cultural no que inicia Carlos Maño a súa obra é o dos anos oitenta, que destacou pola liberdade expresiva, a multiplicidade de liñas, conceptos e linguaxes, sen unha única tendencia dominante, aínda que en moitos creadores novos, entre eles o propio Maño, era notoria a pegada do expresionismo abstracto, influencia que se iría limitando posteriormente na procura de acentos persoais.
Desde aquela, o noso pintor aposta decididamente pola pintura, pola linguaxe que esta representa por riba de modas ou imposturas. A evolución da súa obra, a súa traxectoria, demostra con claridade este aserto. A súa obra inicial, dos anos oitenta, caracterizábase pola forza da pincelada, moi na onda da pintura nova dominante na Galiza desa década e que tivo como selo distintivo Atlántica, en sintonía con pintores como Guillermo Monroy, por exemplo. A súa pintura desta altura situábase naquel contexto cultural destacando pola pincelada utilizada como unha profunda incisión no lenzo, pretendendo “expresar” máis que “representar” no sentido de que a súa pintura se estendía polo lenzo como unha descarga de tensión acumulada, o conformaba unha especie de neoexpresionismo que mantiña un delicado equilibrio entre a simplicidade e a habilidade do trazo..
O percurso da obra de Carlos Maño até a actualidade é, pois, un camiño que vai do expresivo ao alusivo, dun espazo no que o peso da pincelada e da cor está completamente inserido de xeito argumental na pintura, na que a liña e mais a cor constrúen o espazo e na que afirman as calidades vivaces e vitalistas por medio de amplas extensións de cores planas que serven para unha simplificación dos motivos representados.
O proceso de maduración na década dos noventa e na actual, levou o pintor a unha figuración que en primeiro lugar primou a referencia icónica, moitas veces tirada, como xa indicamos, do mundo que vinculamos coa pop art (cultura de masas, cinema, historia da pintura) mais non cunha actitude de epidérmica referencia senón como ámbito para a experimentación, na que a pintura acada toda súa relevancia polo rigor do tratamento formal, polo coidado da súa elaboración e polo goce da construción plástica, en definitiva, polo respecto profundo que manifesta cara a pintura como espazo e materia de expresión, na que a cor acaba por se converter na grande protagonista.
A obra máis recente de Carlos Maño, que agora podemos contemplar nunha selección do seu último lustro de creación, atenúa a hexemonía das referencias figurativas, que na súa obra inmediatamente anterior dominaban todo o espazo pictórico. Agora o artista propende cara o equilibrio entre estas referencias e a composición e a cor, que se converten en obxecto de especial atención, facendo que esta última non só envolva os referentes figurativos, senón que sexa o principal elemento ordenador dos mesmos. Continúa coa estratexia do apropiacionismo icónico, inserindo as imaxes tiradas da cultura de masas (obxectos de consumo, cinema, fotografía...) e reproducíndoas inseridas no lenzo. A colaxe funciona como concepto articulador da composición, lembrando o xeito de traballar, por exemplo, do Equipo Crónica. En todas estas obras o espazo é dividido mediante zonas de distinta cor, inserindo diferentes grafismos e/ou apuntamentos esquemáticos. Cabo deles aparecen representacións máis realistas, ligadas á cultura de masas ou á historia da arte, resaltando baixo fondos moitas veces monocromos nos que se evita a profundidade.
O artista no seu proceso creativo parte dunha obra antiga, dunha fotografía xa convertida en icona, dun pormenor, para logo realizar un intenso desenvolvemento plástico e obter unha forma nova. Mais non o fai debruzándose sobre o cadro ao chou, nun estado de inocencia, senón que nel as formas se van ordenando seguindo unha dirección manifesta, que non copia para producir un efecto de semellanza, senón que se proxecta no mundo e nese sentido “existe”. Estamos, pois, perante unha reflexión que ten moitos de análise do papel da pintura e do artista na súa historicidade e no seu presente.
Daquela, a obra de Carlos Maño hai que situala moi vinculada aos conceptos e debates da modernidade, porque se posiciona entre a representación e mais a materia, nun momento de crise dos modelos herdados de imitación e de construción –tamén os da tradición da vangarda-, pénsese na “realidade virtual” ou na “simulación dixital”. Mais o que caracteriza a súa obra é a capacidade de distinguir novos aspectos das cousas, mesmo cando estas representacións sexan para nós ben familiares, porque o que consegue na súa pintura é relacionarse co obxecto de acordo coa súa organización interna. Por outra banda, ao facer confluír o pasado e o presente, as obras de Carlos Mañó fan agromar unha ollada irónica, que dalgún xeito cuestiona a recepción da cada imaxe escolmada e por extensión o mesmo concepto de gusto e o valor estético.
O cadro é froito, daquela, de comprender a esencia do proceso pictórico, sen que este sexa froito dunha destilación elaborada en operacións automáticas, sen a dubidosa éxtase inmediata, máis ben é froito dun traballo metódico, que parte da configuración de elementos de distante significatividade que acaban por conformaren un todo, unha sintética e nova realidade no ámbito do cadro. O cadro semella, xa que logo, produto do coñecemento dos mecanismos da linguaxe e da análise dos medios onde se produce e dun lugar e un tempo concretos.
En Carlos Maño é moi evidente o compromiso profundo que o liga á pintura, sen querer en ningún momento renunciar a unha tradición que na arte occidental se foi alicerzando e erguendo ao longo dos séculos, aspecto este que se percibe contemplando todos os seus cadros, nos que hai unha vontade de establecer elos co pasado artístico en xeral, manifesto nos recursos formais, mais tamén na utilización de concretos referentes icónicos, que serven de constante manancial para a reflexión e mais para o diálogo esclarecedor, un factor que segue en definitiva a dotar de sentido calquera actividade creativa ou reflexiva. O catálogo de referencias: Antonello da Messina, Duplo (2006); Bellini, Peinados Éxtasis III (2004); Escola de Fontainebleau, Las enseñanzas de Gabrielle y la Duquesa de Villars (2003); Giorgione, Posando para Andy (2003), Velázquez, Petit Menina (2002); Rubens, ¡Cuidado Johnny, a tu espalda! (2002); Grant Wood, Titties and Beer (2004); Warhol, Comida vegetariana (para adultos) (2002) ..., ao que hai que unir as constantes alusións ao cinema clásico norteamericano e ao star system (Marilyn Monroe, John Wayne, Audrey Hepburn...) hai que entendelo neste duplo sentido de diálogo plástico e referentes icónicos. O título dunha das obras máis interesantes da mostra Cruzando miradas (2006) reflicte con precisión esta vontade de diálogos fragmentados e cruzados, olladas que se proxectan desde a revisión da iconografía relixiosa como en La Anunciación (2006) até a ollada pornográfica, presente en Input (2006) ou Titties and Beer (2004), sen excluír a mirada social de obras como Corps de douleur (2006) ou Comida vegetariana (para adultos).
A pintura de Carlos Maño amósasenos como plenamente implicada na contemporaneidade, non só por todo este proceso reflexivo que leva aparellado o seu traballo, senón tamén polos seus presupostos formais. O xogo especular que conforman as imaxes é fortemente escenográfico e a nosa ollada é dirixida e transportada a referentes teatrais, fotográficos e cinematográficos, con variedade de planos xerais, medios e detalle que semellan dialogar con ámbitos da mellor pintura figurativa do século XX.
A pintura do noso artista combina un estruturado rigor conceptual cun pulo vital que traspasa o que en principio podería ser unha evanescente suxestión, mais que coa intensidade da súa pulsión acaba por conformar unha realidade pictórica moito máis complexa e suxestiva. A súa obra é sobre todo pintura, mais ao tempo é linguaxe, historia, evocación, o que a converte nunha reivindicación da intelixencia emotiva ao servizo do feito pictórico, expresado por medio dun compromiso total do pintor que, en definitiva, defende a súa obra con toda a enerxía, apostando de cheo por cada obra concreta, unha actitude que é toda unha declaración de principios que ten como horizonte a aposta pola pintura e pola súa capacidade de emocionar e de ser axente para o diálogo, para a total comunicación.

Revisión actual - 18:42 25 ene 2016

Subcategorías

Esta categoría incluye solamente la siguiente subcategoría:

Páginas en la categoría «Pintores de Galicia»


Esta categoría contiene las siguientes 98 páginas: