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Guerra civil peruana de 1884-1885

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Guerra civil peruana
(1884-1885)

Fecha 1884-1885
Lugar Perú
Casus belli Guerra del Pacífico
Tratado de Ancón
Resultado Victoria Cacerista.
Consecuencias Cáceres asume la presidencia.
Restitución de la vigencia de la constitución de 1860.
Inicio del periodo denominado Reconstrucción Nacional.
Beligerantes
Caceristas o Rojos Iglesistas o Azules
Comandantes
Presidente constitucional Andrés A. Cáceres
Reconocido por:
Bolivien Bolivien
Estados Unidos
Bandera de Argentina Argentinien
Presidente regenerador Miguel Iglesias
Reconocido por:
ChileBandera de Chile Chile
Imperio Británico
Imperio del Brasil
Fuerzas en combate
Ejército Cacerista o Rojo:
800 soldados (1884)
4.000[1]​soldados (1885)
Ejército Iglesista o Azul:
2.000 soldados (1884)
6.000 soldados (1885)

La Guerra civil peruana de 1884-1885, conocida también como la Revolución de 1884-1885, la Guerra civil entre Cáceres e Iglesias o Campaña Constitucional, fue un conflicto armado que enfrentó a los caudillos militares peruanos Miguel Iglesias y Andrés A. Cáceres, tras el fin de la Guerra del Pacífico.

La rivalidad entre ambos caudillos se originó a raíz de la firma de la paz con Chile con cesión territorial, que Iglesias propiciara como presidente autoproclamado con apoyo y reconocimiento de las autoridades chilenas de ocupación, a lo que Cáceres, adalid de la resistencia en la Sierra, se opuso tenazmente. Retiradas del Perú las tropas de ocupación chilenas, las posiciones irreconciliables entre Iglesias y Cáceres desembocaron en una lucha abierta.

Los partidarios de Cáceres se llamaban los “rojos” y los de Iglesias los “azules” por el color del kepí militar. También eran conocidos como caceristas e iglesistas, respectivamente. Tras un primer ataque frustrado a Lima, Cáceres reorganizó sus fuerzas en la sierra y mediante una hábil maniobra militar conocida como la “huaripampeada”, engañó a las fuerzas de Iglesias atrayéndolas hacia las vecindades de Jauja y dejándolas allí aisladas, mientras él y sus fuerzas marchaban a la capital, que cayó en su poder tras una breve lucha. Iglesias renunció al poder, que quedó en manos del Consejo de Ministros, el cual convocó a elecciones, en las que triunfó Cáceres.

Vicealmirante Patricio Lynch, comandante del ejército chileno de ocupación. Sus fuerzas afianzaron y propagaron el gobierno de Iglesias en el resto del Perú.

Antecedentes

La rivalidad entre Cáceres e Iglesias se inició en plena guerra con Chile. Ambos eran militares distinguidos. Iglesias había luchado en la heroica defensa del Morro Solar (campaña de Lima) y había sido artífice del triunfo en San Pablo, en Cajamarca. Mientras que Cáceres había sido vencedor en Tarapacá y era el caudillo de la resistencia peruana de la Breña o la Sierra. Iglesias, apoyado por los chilenos, ocupó la presidencia del Perú en 1883 y firmó con el Gobierno de Chile el Tratado de Ancón, que puso fin a la guerra acordando la cesión perpetua de parte del Perú a Chile de la provincia de Tarapacá, así como la ocupación chilena de Tacna y Arica por diez años, al cabo de los cuales un plebiscito decidiría el destino final de ambas. Cáceres, aunque derrotado por los chilenos en Huamachuco, aceptó el tratado como un hecho consumado pero no así el gobierno impuesto por Chile, manteniendo en alto la bandera de la resistencia en la sierra central, hasta que los chilenos retornaron a su patria.

Primer ataque cacerista a Lima

El coronel Miguel Iglesias, presidente regenerador del Perú y gestor de la firma del Tratado de Ancón con Chile en 1883.

Tras ser proclamado presidente ante el retiro de Montero del país, en su condición de vicepresidente del mismo, Cáceres organizó su gabinete ministerial y cuartel general en Huancayo. En una primera campaña de la guerra civil, Cáceres y 800 de sus breñeros atacaron Lima, el 27 de agosto de 1884, donde sus tropas lograron apoderarse de las torres de la Catedral, de los portales de la Plaza de Armas y de las torres de las iglesias de San Agustín, San Pedro y La Merced. Pero al no contar con suficientes fuerzas y elementos bélicos para hacer frente a las bien pertrechadas tropas iglesistas, fueron rechazados por la división del coronel José Rosas Gil fuerte de 2.000 soldados. En el combate fue muerto entre otros el capitán José Miguel Pérez, quien había acompañado a Cáceres durante toda la campaña de la breña. Cáceres atribuyó su derrota la llegada de fuerzas superiores iglesistas y la inactividad del pueblo de Lima frente a su causa[2]​ al tiempo que Iglesias elogiaba al mismo en su proclama después de la batalla diciendo "¡pueblo de Lima (...) ya sabéis como se os defiende; ya se como os defendéis!"[3]

Cáceres se vio obligado por la fuerza de circunstancias poderosas a tentar la fortuna con un golpe de arrojo, que salió mal; pero que pudo poner termino a la cuestión de un modo satisfactorio. Contaba con el valor de sus soldados, que por cierto no le faltó; con las seguridades que sus amigos de Lima le daban de que la población se levantaría, de que contaban con esto y con aquello, todo lo que falló; (...) Si hubiera tenido mil hombres más otro habría sido el resultado. Creo que no atacó sino con menos de ese número y así no había la menor esperanza si no recibía auxilio de adentro.(...) Me han dicho también que gente del pueblo que combatían al lado del gobierno daban los conocidos gritos de "Abajo la argolla, mueran los civilistas". Epistolario de Manuel Candamo.[4]

Cáceres, con sus fuerzas reducidas a unos 60 hombres, se retiró entonces hacia el sur, primero a Cañete y luego a Pisco. Iglesias no lo persiguió y perdió así la oportunidad de ganar la guerra.[5]

Derrota cacerista en Trujillo

Mientras que en la ciudad norteña de Trujillo, ocupada por fuerzas caceristas al mando del capitán de navío Gregorio Miro Quesada, sufrió el ataque de las fuerzas iglesistas muy superiores. Miro Quesada resultó herido y murió poco después en el hospital militar de Lima.[6]

Reorganización de las fuerzas caceristas en Arequipa

Presidente de Bolivia Narciso Campero, su gobierno suministró armas y municiones al ejército Cacerista que se organizaba en Arequipa.

De Pisco, Cáceres tomó el camino de Ayacucho, Apurímac, Cuzco y finalmente Arequipa siendo buenamente recibido en estas ciudades. A Arequipa entró en medio de las aclamaciones del pueblo; en esta última ciudad reorganizó sus fuerzas y nombró como secretario general al general César Canevaro. Contó con el auxilio del presidente de Bolivia y amigo personal de Cáceres, el general Narciso Campero, quien reconociéndole como legítimo presidente del Perú le remitió 2000 fusiles y su respectiva dotación en calidad de devolución del armamento que su país había recibido al inicio de la guerra con Chile.

Con este armamento, los voluntarios que se presentaron, los reclutas que el prefecto de Arequipa envío de las provincias del departamento, los cañones que el doctor Morales Alpaca fundió en la maestranza del ferrocarril de Arequipa y el activo apoyo del comercio y vecinos notables de la ciudad el ejército de Cáceres se elevó a 2000 hombres que recibían activa instrucción militar. Los medios de movilidad para el ejército fueron remitidos de Moquegua por el prefecto de ese departamento, capitán de navío, Sánchez Lagomarsino. Constituidas y equipadas convenientemente las tropas, fue nombrado comandante general el coronel Remigio Morales Bermúdez y jefe de estado mayor el coronel Francisco Luna. En opinión de Cáceres, bien podía decirse que volvía a resurgir el veterano y bravo Ejército del Centro.

Y uno de aquellos días ordené la formación de todo el ejército en traje de campaña, para revistarlo. La formación fue de lo más correcta. El pueblo que no permanecía indiferente a los arrestos marciales, al ver desfilar las tropas por las calles de la ciudad, con su banda de guerra a la cabeza, acudió también al lugar de la parada para verlas, quedando admirado del estado de su adiestramiento, lo que demostraba el esfuerzo, entusiasmo y actividad de todos los jefes y oficiales que se dedicaron a tan laborioso cometido. (...) Terminada la revista, la tropa regresó a sus cuarteles, seguida por el pueblo que la ovacionaba en el trayecto. Memorias del general Cáceres.[7]

A finales de marzo de 1885, el flamante ejército Cacerista, elevado ahora a 4000 hombres y teniendo como jefe de vanguardia al coronel Remigio Morales Bermúdez,[1]​ abandonó Arequipa con dirección a Andahuaylas para luego seguir a Ayacucho, ciudad a la que arribó el 30 de abril.

Por su parte la posición de Iglesias empezó a debilitarse, por lo que este inició gestiones de paz con Cáceres. Los representantes de ambos se reunieron cerca de Jauja, en casa del arzobispo de Berito, monseñor Manuel Teodoro del Valle. A nombre de Iglesias iban el sacerdote Manuel Tovar y Chamorro (ministro de Justicia), su secretario Andrés Avelino Aramburú Sarrio y el capitán de navío Camilo N. Carrillo. Por Cáceres estaban el doctor Francisco Flores Chinarro, José M. García, entre otros.[8]​ Cáceres se negó a reconocer el gobierno de Iglesias, condición que se le quiso imponer para llegar a la paz, y exigió la instalación de una Junta de Gobierno que convocase de inmediato a elecciones. Se pactó solo un armisticio (17 de junio de 1885).[9]

La “Huaripampeada”

Fotografía captada en el estudio Cosme Rodrigo & Co. hacia 1880, donde se aprecia a Andrés A. Cáceres (primero de la izquierda, sentado) junto a un grupo de sus compañeros de la guerra del Pacífico. Entre ellos están Ramón Zavala (muerto en Arica), Remigio Morales Bermúdez, César Canevaro y Francisco de Mendizábal, así como un militar no identificado.

Iglesias, confiado en su superioridad de sus fuerzas, decidió emprender la ofensiva. Envió contra Cáceres un ejército de 4.000 hombres al mando de su hermano Lorenzo Iglesias, quien falleció poco después, víctima de una enfermedad, y fue sucedido por el coronel Gregorio Relayze.

Los iglesistas avanzaron hasta La provincia de la Oroya,exactamente en la sierra central, zona donde Cáceres contaba con un apoyo regular , por ser el principal escenario de sus épicos triunfos sobre los invasores chilenos. Cáceres, una vez más, sacó a relucir sus dotes de estratega. Seleccionó unos 2.000 hombres de su ejército, a quienes ordenó que entablaran con las fuerzas iglesistas un combate dilatorio en las cercanías de Jauja; acto seguido, debían retirarse aparentando su derrota. Este encuentro se produjo el 13 de noviembre de 1885, y efectivamente, los iglesistas, convencidos de su triunfo, noticiaron el suceso a Lima por telégrafo y pasaron a Huancayo. Sin embargo, Cáceres había instalado lo mejor de sus fuerzas en Huaripampa (margen derecha del río Mantaro, a 4 km al sureste de Jauja). Desde allí los caceristas avanzaron por ásperos caminos hacia La Oroya, donde sorprendieron a la guarnición que defendía ese centro ferroviario y cortaron todos los puentes sobre el Mantaro. Relayze y su ejército quedaron así aislados en el valle del Mantaro, sin poder salir del departamento de Junín, al estar inhabilitadas todas las vías de comunicación hacia la costa.

El ataque sorpresa de Cáceres a Lima, hasta entonces considerado ilusorio, se puso en marcha, usando como transporte las líneas férreas. Un destacamento cacerista, al mando del capitán de fragata José Gálvez Moreno capturó en Chicla un tren cargado de armas, municiones y víveres, que pasó así a manos del ejército de Cáceres.[9]

La estrategia de Cáceres se hizo legendaria y originó el término “huaripampear” usado en el léxico político para referirse las acciones dilatorias encaminadas a entretener al opositor mientras que los principales esfuerzos se realizan encubiertamente.[10]

Ataque final y toma de Lima

El general Miguel Iglesias comandando sus fuerzas

En Lima se comentaba ya la derrota de Cáceres, cuando de pronto este apareció en las puertas de la ciudad, el 28 de noviembre de 1885. Esta vez la población se entusiasmó y le dio masivo apoyo.[cita requerida] Los combates empezaron por la zona de San Bartolomé y se extendieron por las calles durante los días 29 y 30. Los caceristas ingresaron por las portadas de las Maravillas y Barbones, y tomaron el puente Balta. Tras una corta lucha y contando con el apoyo de un grupo de jóvenes entusiastas, se apoderaron de las iglesias de San Francisco y San Pedro. Las fuerzas de Iglesias se replegaron a Palacio de Gobierno, que fue cercado por los caceristas. Viendo que el descontento hacia su gobierno era generalizado y que era inútil oponer más resistencia, Iglesias renunció al poder el 3 de diciembre de 1885 y partió al exilio. La revolución de Cáceres había triunfado.[11]

Consecuencias

Cáceres al inicio de su primer gobierno

El Consejo de Ministros se hizo cargo del Poder Ejecutivo. Estaba presidido por Antonio Arenas (Relaciones Exteriores), y lo conformaban: José Eusebio Sánchez (Gobierno); monseñor Manuel Tovar y Chamorro (Justicia); el general Manuel Velarde Seoane (Guerra); y Pedro Correa y Santiago (Hacienda). A los tres días este Consejo ordenó la realización de elecciones populares. La postulación de Cáceres a la presidencia fue hecha por su partido, el Constitucional, tras el que se ocultó el Partido Civil. Y es que la oligarquía, al no poder tomar directamente el poder, tuvo que secundar a un caudillo militar para conquistarlo. La candidatura de Cáceres no tuvo rivales; solo el Partido Demócrata de Nicolás de Piérola formó la oposición, aunque sin lanzar candidatos. La elección de Cáceres fue pues inevitable.

Cáceres asumió el mando el 3 de junio de 1886. Su mandato (de cuatro años, según la Constitución de 1860) significó la liquidación de la situación caótica originada por la guerra y a la vez el restablecimiento de la paz interna. Fue entonces cuando se sentaron las bases de la Reconstrucción Nacional.

Referencias

  1. a b Sir Clements Robert Markham, Luis C. Infante; "Historia del Perú", pág. 345
  2. Andrés A. Cáceres, "Memorias de la guerra del 79", pág. 264.
  3. Comisión Permanente de Historia del Ejército del Perú, "La Resistencia de la Breña: Huamachuco y el alma nacional", Vol. 2, pág. 677
  4. José A. De La Puente Candamo y José De La Puente Brunke, "El Perú desde la intimidad", pág. 459.
  5. Basadre 1998, p. 1990.
  6. Basadre 1998, p. 1989.
  7. Andrés A. Cáceres, "Memorias de la guerra del 79", págs. 268 y sgts.
  8. Guerra 1984, p. 32.
  9. a b Basadre 1998, p. 1991.
  10. Tauro 2001, p. 1226.
  11. Basadre 1998, p. 1992.
Bibliografía
  • Basadre Grohmann, Jorge: Historia de la República del Perú. 1822 - 1933, Octava Edición, corregida y aumentada. Tomo 8. Editada por el Diario "La República" de Lima y la Universidad "Ricardo Palma". Impreso en Santiago de Chile, 1998.
  • Chirinos Soto, Enrique: Historia de la República (1821-1930). Tomo I. Lima, AFA Editores Importadores S.A., 1985.
  • Guerra, Margarita: Historia General del Perú. La República Aristocrática. Tomo XI. Primera Edición. Editor Carlos Milla Batres. Lima, Perú, 1984. Depósito Legal: B. 22436-84 (XI).
  • Tauro del Pino, Alberto: Enciclopedia Ilustrada del Perú. Tercera Edición. Tomo 8, HAB/IZQ. Artículo: HUARIPAMPA. Lima, PEISA, 2001. ISBN 9972-40-157-X

Véase también