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Terremotos de Santa Marta

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Terremoto de Guatemala de 1773
7,5 Mi[1]​ en potencia de Magnitud de Momento (MW)

Ruinas tras el terremoto de 1773
Epicentro aproximado del terremoto
Fecha y hora 29 de julio de 1773, ~15:00 h.
Coordenadas del epicentro 14°36′N 90°42′O / 14.6, -90.7
Consecuencias
Zonas afectadas Antigua Guatemala
Víctimas estimados: quinientos fallecidos[1]

Se denominan como terremotos de Santa Marta a una serie de fuertes sismos que destruyeron la ciudad de Santiago de los Caballeros, actual Antigua Guatemala, en el año de 1773.

Acontecimientos

El 21 de febrero de 1768 llegó a Guatemala Pedro Cortés y Larraz, convirtiéndose en el tercer arzobispo de Guatemala y el 12 de junio de 1773 tomó posesión el capitán general Martín de Mayorga. Ambos, como máximas autoridades del reino serían los principales actores en los sucesos que acontecieron tras los terremotos de 1773.[2]​ Para 1769, Cortés y Larraz estaba tan decepcionado de la situación eclesiástica en el reino que presentó su renuncia a la mitra, pero el rey Carlos III no se la aceptó y debió continuar como arzobispo. Entre los problemas que observó estuvo la excesiva embriaguez del pueblo durante los actos litúrgicos y la escasa preparación de los sacerdotes seculares a cargo de la mayoría de las parroquias.[3]

En 1773, Santiago de los Caballeros de Guatemala era una de las más famosas ciudades de las colonias españolas en América, y se consideraba que únicamente la ciudad de México era más espléndida.[4]​ De acuerdo a descripciones de la época, tres «monstruosos» volcanes la rodeaban: el Volcán de Agua, que era muy útil para la ciudad por su fertilidad, aparte de que su forma piramidal agregaba una hermosa vista, y los volcanes de Fuego,[Nota 1]​ a los que se llamó así porque, aunque estaban más distantes que el de Agua, habían hecho erupción en numerosas ocasiones y eran consideraros como los responsables de las constantes ruinas de la ciudad.[4]​ La cercanía de los volcanes ayudaba a que hubiera baños de todo tipo para los habitantes de la ciudad: termales, medicinales y templados; además había numerosos potreros y haciendas en los alrededores. La ciudad era abastecida gracias a los productos que diariamente eran llevados desde los setenta y dos pueblos circunvecinos.[5]

Después de los terremotos de 1751, se renovaron muchos edificios y se construyeron numerosas estructuras nuevas, de tal modo que para 1773 daba la impresión de que la ciudad era completamente nueva. La mayoría de las casas particulares de la ciudad eran amplias y suntuosas, al punto que tanto las puertas exteriores como las de las habitaciones eran de madera labrada y las ventanas eran de finos cristales y tenían portales de madera labrada. Era frecuente encontrar en las residencias pinturas de artistas locales con marcos recubiertos de oro, nácar o carey, espejos finos, lámparas de plata, y alfombras delicadas.[6]​ Y los templos católicos eran magníficos: había veintiséis iglesias en la ciudad, y quince ermitas y oratorios; la catedral era la estructura más suntuosa: tenía tres espaciosas naves, con dos órdenes de capillas a los lados, con enormes puertas de acceso que eran labradas y doradas.[7]​ En cuanto a suntuosidad, le seguían las iglesias de las órdenes religiosas de los dominicos, franciscanos, mercedarios y recoletos,[7]​ demostrando el poder económico y político que el clero regular tenía en ese entonces.[8]​ En estos templos todas las paredes estaban cubiertas de retablos tallados y dorados, espejos y pinturas ricamente guarnecidas e imágenes religiosas talladas esmeradamente;[7]​ en el techo había tejas de madera dorada o esmaltada que cubrían los cruceros y bóvedas principales.

Así se encontraba la ciudad en mayo de 1773 cuando empezaron a sentirse pequeños sismos, los cuales fueron incrementando su intensidad y el 11 de junio con un temblor que dañó algunas casas y edificios; los más dañados fueron:

Luego continuaron los sismos, hasta llegar al 29 de julio de 1773, día de Santa Marta de Bethania, en que se produjo el catastrófico terremoto:

Cronología del terremoto de Santa Marta

Día Hora Suceso
29 de julio 15:40 Se produce el primer temblor rápido, pero tan violento que hizo salir a los habitantes de sus casas.
29 de julio 15:50 Un segundo temblor, mucho más fuerte, provocó la destrucción inmediata de los edificios que se hundían o desplomaban con estrépito. El movimiento fue tanto horizontal, como vertical y nadie podía mantenerse en pie, ni aún de rodillas. Se abrieron grietas en el suelo y una espesa nube de polvo envolvió a la ciudad; hombres y animales tuvieron que acostarse en el suelo para no caer y los empedrados de las calles saltaron por los aires. La violencia del sismo fue tal que derribó árboles, y los que no fueron derribados se oscilaban de tal modo que sus ramas llegaban a tocar el suelo. En cuanto a los ruidos del terremoto, se reportó que el estruendo de edificaciones que se desmoronaban y el repique de campanas de los templos católicos fue estrepitoso. A pesar de la violencia del sismo, y de que algunas personas murieron cuando la nube de polvo los cegó, se salvaron muchas vidas porque los habitantes de la ciudad habían salido de sus residencias tras el primer temblor. Hubo patéticas presentaciones públicas de penitencia entre todos los sobrevivientes.[10]
29 de julio 18:00 Se empezó a buscar abrigos improvisados y se pidió misericordia a Dios. Se menciona que las autoridades de la Audiencia y del ayuntamiento estaban «como atontecidos, con el ánima conturbada».[11]
29 de julio 19:00-5:00 Fuertes tormentas eléctricas se desataron sobre la ciudad. Se sintieron retumbos de tierra y réplicas del terremoto.[12]
30 de julio 6:00 Amaneció tranquilo, pero los habitantes pudieron observar los destrozos del terremoto y las tormentas por primera vez: los edificios que no quedaron destruidos quedaron inutilizables.[13]​ El ayuntamiento dispuso establecer una carnicería en la plaza.[12]
2-4 de agosto K.A. Fueron celebradas «Juntas Generales» presididas por el Gobernador Martín de Mayorga y adonde se hicieron presentes las autoridades locales, entre ellas el Arzobispo Pedro Cortés y Larraz, miembros del Ayuntamiento y representantes de las órdenes religiosas. En la reunión se decidió informar al Rey Carlos III y al Consejo de Indias sobre los destrozos y el eventual traslado al vecino valle de La Ermita, sitio que no estaba cercano a volcanes, circunstancia a la que se atribuía los temblores. Hubo quienes se mostraban en contra debido al elevado costo del transporte. Importante fue el informe del maestro mayor de obras Bernardo Ramírez quien declaró que los edificios eran inhabitables y que una demolición de las ruinas sería oneroso.
7 de septiembre K.A. Temblor de magnitud considerable, que derribó algunos edificios que habían quedado dañados desde el 29 de julio.
13 de diciembre K.A. Dos fuertes sismos sobrevinieron en la zona,[14]​ desatando un nuevo enjambre sísmico, lo que reforzó la posición de quienes preferían la mudanza.

El 29 de julio, tras el terremoto, la población olvidó sus diferencias sociales y todos los sobrevivientes se congraron en los descampados: hubo reportes de que damas honestas y religiosos que vivían en retiro se encontraban en paños menores entremezclados con la población, que hubo monjas reclusas que deambulaban en los descampados luego de que sus conventos se derrumbaran, que los presos escaparon de la prisión, enfermos que abandonaron los lechos y que hasta los animales deambulaban aturdidos por entre las calles en ruinas.[15]​ También se reportaron casos de personas que murieron únicamente por la impresión que les causó el terremoto, y de numerosos individuos que perdieron la razón.[16]

La influencia de la Iglesia Católica en la Capitanía General de Guatemala en 1773 se evidencia por esta descripción que se hizo en 1774 de los efectos del terremoto:
«A este horrísono sonido de [los retumbos] de la tierra, respondían como haciendo coro con ella, los angustiados ciudadanos, con dolorosos gemidos y tristes voces; y si bien el conjunto y desconcertada multitud [...], era destemplado eco que resonaba desapacible a los oídos humanos, formarían sin duda las más dulces consonancia y agradable música a los divinos; porque todas eran clamores y deprecaciones al Cielo para templar los rigores de su justificado enojo. Unos repetía en devota canción el Trisagio: Santo Dios, Santo fuerte, etc.: medio que, desde los famosos temblores que en el siglo quinto afligieron a Constantinopla, [...] acreditó eficaz Dios, para suspender las ejecuciones de su ira, en las turbaciones de la tierra. [...] Otros, implorando la intercesión de la Reina de la Gracia y de los Santos, solicitaban, a empeños de su piedad, el remedio. Todos, por firmar con Dios las paces, contendían porfiadamente expiar, en el Santo Sacramento de la Penitencia, sus culpas: aplicáronse a este ministerio muchos sacerdotes; [...] pero no fueron suficientes y al que no alcanzaba el logro de la confesión sacramental, [...] no tenía rubor en gritar sus culpas. Y, pasando del sacramento a la virtud de la penitencia, unos se herían reciamente los pecho, otros los rostros, y muchos, ordenados en pública procesión, castigaban con sangrientas disciplinas sus cuerpos.»
—Fray Felipe Cadena
Dr. de la Facultad de Teología de la Real Universidad de San Carlos
Examinador Sinodal del Arzobispado de Guatemala
Secretario de la Provincia de Predicadores
1774[17]

Se produjeron grandes pérdidas en templos y edificios públicos, así como casas particulares, pero no toda la ciudad quedó por los suelos. A pesar de ellos, capitán general Martín de Mayorga solicitó al monarca de España el 21 de julio de 1775 la traslación de Santiago de los Caballeros de Guatemala, siempre vulnerable a erupciones volcánicas, inundaciones, y terremotos. El 2 de enero de 1776 fue oficializado el cuarto asentamiento, la Nueva Guatemala de la Asunción, con una primera sesión del ayuntamiento con el gobernador de la Audiencia, Matías de Gálvez y Gallardo, sobre las bases del llamado «Establecimiento Provisional de La Ermita». Por real orden dada en Aranjuez el 23 de mayo de 1776 se extinguió el nombre de «Santiago» y se adoptó el de «Nueva Guatemala de la Asunción» que, con el correr del tiempo es conocida en la actualidad como ciudad de Guatemala, logrando convertirse con los años en la ciudad más grande y populosa de todo el istmo centroamericano.

Las ruinas ocasionadas por el terremoto son atractivos turísticos en Antigua Guatemala, como estas de la iglesia y convento de La Merced en 1979, año en que la ciudad fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.

Los daños abarcaron hasta el actual territorio de El Salvador, ya que las iglesias de Caluco, Tacuba e Izalco resultaron destruidas.[18]​De acuerdo a los testimonios, el terremoto había sido tan fuerte que «el agua saltaba de las fuentes y las campanas tañían solas en las torres antes de desplomarse pesadamente al suelo».[19]​Antes de su destrucción, la ciudad competía con ciudades como México, Puebla de Zaragoza, Lima, Quito y Potosí. Sin embargo, las circunstancias especiales de los terremotos acaecidos el 29 de julio de 1773, en pleno florecimiento del barroco, cortaron su proceso de crecimiento y modificación naturales. Asimismo, esta urbe ejerció notable influencia estética en el área de la antiguoa Capitanía General de Guatemala.

Posiblemente los daños causados por el terremoto fueron serios, pero fueron más serios los que provocó el saqueo y el abandono de la ciudad. El 16 de enero de 1775 el maestro mayor de obras Bernardo Ramírez, comenzó a sacar todos los materiales utilizables del edificio para trasladarlos a la nueva capital ya que se había emitido orden legal en la cual se ordenaba que debían ser trasladados al nuevo asentamiento todos los materiales que pudiesen servir en la construcción de edificios y casas. Por esta disposición muchos edificios aún en pie fueron despojados de puertas, ventanas, balcones, objetos decorativos, etc.[20]

Una de las medidas tomadas por el presidente de la audiencia Martín de Mayorga, para forzar el traslado de la ciudad fue el envío de la escultura más importante de la ciudad. Por ello, en 1778 ordenó el traslado del Jesús Nazareno de la Merced, junto con la imagen de la Virgen, para obligar a los mercedarios a mudarse. El traslado fue penoso, pues los indígenas encargados del trabajo se tardaron en llegar a recogerlo y los feligreses antigüeños rezaban y lloraban la pérdida de la imagen mientras esperaban. Cuando salió Jesús de la Merced en un cajón, las personas lo acompañaron hasta la garita de Animas en la afueras de la ciudad; un devoto llevó cargando la cruz de la imagen hasta San Lucas, población que está a quince kilómetros del convento mercedario en Antigua Guatemala.[21]​ Tras parar en San Lucas Sacatepéquez y en Mixco, las imágenes llegaron finalmente a la Nueva Guatemala de la Asunción por la noche, y el Cristo fue recibido por los frailes franciscanos y luego por los mercedarios, para ser depositado en una armazón de madera en el terreno en donde iba a construir el templo mercedario de la nueva ciudad. Martín de Mayorga llegó a ver a la imagen, dando así por concluido el episodio más difícil del traslado de la ciudad.[22]​ En 1801, la cofradía de Jesús Nazareno de la Merced trasladó el retablo de la imagen a la nueva ciudad, aunque la iglesia todavía no se había construido.

Víctimas

De acuerdo a relatos de la época, no fue posible cuantificar el número exacto de muertos pues muchos quedaron aplastados entre los escombros de la ciudad en ruinas. Se pudieron contar únicamente ciento veintitrés, los cuales fueron sepultados en el lugar en que fallecieron, porque los sepelios se solían hacer en las iglesias y estas estaban por los suelos, y porque los cuerpos ya estaban en avanzado estado de descomposición.[23]

Referencias

Bibliografía

Notas

  1. Volcán de Fuego y Volcán de Acatenango.