Cuando el 6 de febrero las autoridades decidieron quemar las sustancias químicas peligrosas del tren de mercancías descarrilado de “Norfolk Southern” en una “quema controlada” en East Palestine (Ohio), el fuego liberó una columna de sustancias químicas altamente tóxicas, muchas de las cuales son elementos clave en la producción de plásticos.

La Agencia de Protección del Medio Ambiente de Estados Unidos (“Environmental Protection Agency”, EPA por sus siglas en inglés) informó de que, de los 20 vagones que transportaban sustancias químicas tóxicas, al menos cinco contenían cloruro de vinilo, un gas cancerígeno utilizado para fabricar plástico PVC (policloruro de vinilo).

Los demás vagones contenían otras sustancias químicas utilizadas para fabricar plástico, como acrilato de butilo y acrilato de etilhexilo, que se quemaron y liberaron en el aire, las aguas superficiales y los suelos superficiales.

El 16 de febrero, una “columna de acrilato de butilo” se desplazaba desde el río Ohio hacia Virginia, según la EPA de Ohio y el gobernador Mike DeWine.

“Norfolk Southern”, la empresa propietaria del tren, y la EPA, que vigila las toxinas liberadas en el vertido, han asegurado repetidamente a los residentes que los niveles de sustancias químicas en el aire y el agua están por debajo de los considerados seguros para el consumo humano.

Pero existe una preocupación generalizada por la seguridad, sobre todo tras confirmarse la muerte de 3.500 peces en los arroyos locales, numerosos informes sobre otros animales muertos y quejas de los residentes sobre dolores de cabeza persistentes y ojos irritados.

Aún hay muchas incógnitas sobre cuántas sustancias químicas se liberaron y cómo pueden estar afectando al medio ambiente.

“Como ocurre con la mayoría de los vertidos medioambientales, es difícil determinar la cantidad exacta de material que se ha liberado en el aire, el agua y el suelo”, declaró a BuzzFeed James Lee, portavoz de la EPA de Ohio.

Las cuadrillas han estado excavando la tierra y bombeando el agua para llevársela de una franja de 1.000 pies (304 metros) alrededor de las vías del tren. “Norfolk Southern” informó el lunes de que se habían retirado 15.000 libras (6.804 kilogramos) de tierra contaminada y 1,1 millones de galones (4.163.953 litros) de agua contaminada.

El representante Jamaal Bowman (demócrata de Nueva York), destacados activistas medioambientales y residentes locales han pedido que se investiguen las sustancias químicas liberadas. Bowman tuiteó:

El Consejo Medioambiental de Ohio también subrayó la necesidad de vigilar continuamente la situación para comprender plenamente el alcance de los efectos sobre el medio ambiente y la salud.

“Sabemos después de décadas de injusticias medioambientales que los habitantes de Ohio y los estadounidenses han experimentado, que se necesita tiempo para comprender el panorama completo de los impactos en la salud a los que una comunidad se enfrenta en caso de un desastre ambiental”, dijo el Consejo Ambiental de Ohio en un comunicado.

DeWine anunció planes para abrir una clínica médica en East Palestine a principios de la semana que viene para evaluar a quienes estén preocupados por su salud y analizar sus síntomas.

El administrador de la EPA, Michael Regan, anunció el martes que la EPA “tomaría el control” de la respuesta a la catástrofe. Eso significa que la EPA está haciendo uso de su autoridad en virtud de la ley federal Superfund para exigir a “Norfolk Southern” que limpie la contaminación, informó “Associated Press”.

Ambas medidas se adoptaron después de que frustrados residentes y funcionarios de Ohio y Pensilvania criticaran ampliamente la respuesta del gobierno de Biden a la situación.

Algunos se preguntan si esta medida es suficiente. Robert F. Kennedy, Jr. presidente y abogado jefe de litigios de “Children’s Health Defense”, tuiteó:

¿Hasta qué punto son peligrosas estas sustancias químicas?

Según el Instituto Nacional del Cáncer, el cloruro de vinilo, la sustancia química liberada en mayor cantidad en la quema controlada, está asociado a linfomas, leucemias, cánceres de cerebro y pulmón, y angiosarcoma, una forma poco frecuente de cáncer de hígado.

También puede causar una enfermedad hepática no maligna conocida como TASH, o esteatohepatitis asociada a tóxicos, y puede provocar síntomas neurológicos, como mareos y aturdimiento.

Los riesgos del cloruro de vinilo para la salud se conocen desde la década de 1970, cuando varios trabajadores de una fábrica de B.F. Goodrich en Rubbertown, un barrio de Louisville (Kentucky), desarrollaron el poco frecuente angiosarcoma hepático, que llevó al reconocimiento mundial del cloruro de vinilo como carcinógeno.

Se ha detectado cloruro de vinilo en el aire cerca de fábricas de PVC y vertederos de residuos peligrosos, y puede filtrarse a las aguas subterráneas.

El gas puede ser consumido por los seres humanos a través de la inhalación. En el exterior, la luz del sol puede descomponerla en 11 días tras su liberación. Pero también puede dispersarse en el agua. Si un suministro de agua se contamina con cloruro de vinilo, puede infiltrarse en los hogares que utilizan esa fuente de agua para beber, ducharse, cocinar o lavar la ropa.

El mayor vertido de cloruro de vinilo causado por tren antes del de East Palestine ocurrió en 2012, cuando un tren descarriló en Nueva Jersey liberando unos 20.000 galones (75.708 litros) de cloruro de vinilo. Cientos de residentes cercanos y trabajadores de emergencias acudieron a los hospitales locales informando de tos y síntomas neurológicos.

Pero en ese caso, el cloruro de vinilo no se quemó.

Cuando el cloruro de vinilo arde, libera en el aire fosgeno y cloruro de hidrógeno, peligrosas sustancias químicas.

El fosgeno es un gas incoloro de olor penetrante que puede provocar vómitos y dificultades respiratorias, y que se utilizó como arma en la Primera Guerra Mundial.

El cloruro de hidrógeno es un gas que va de incoloro a amarillento con un fuerte olor y se sabe que causa irritación de la piel, ojos, nariz y garganta.

El doctor Neil Donahue, catedrático de química de la Universidad Carnegie Mellon, declaró a la AP que le preocupa que la quema pueda haber formado dioxinas, que se crean al quemar materiales de carbono clorado.

“El cloruro de vinilo es malo, las dioxinas son peores como carcinógenos y eso se produce en la quema”, dijo Donahue.

Las dioxinas son un grupo de compuestos químicos tóxicos clasificados como contaminantes orgánicos persistentes, lo que significa que tardan mucho tiempo en descomponerse una vez en el medio ambiente. La EPA informa de que pueden causar cáncer, problemas reproductivos y de desarrollo, daños en el sistema inmunitario y pueden interferir con las hormonas.

“Lo que ocurre con las dioxinas es que son potentes a niveles realmente bajos, y son persistentes y bioacumulativas”, explicó a “Wired” Ted Schettler, director científico de la organización sin ánimo de lucro Red de Ciencia y Salud Medioambiental (“Science and Environmental Health Network”).

“No queremos que haya dioxinas depositadas en el suelo alrededor de East Palestine, productos químicos que no van a desaparecer y se van a bioacumular en las personas que estén expuestas a ellas”.

El jefe de la EPA, Regan, dijo que no está seguro de si la EPA está realizando pruebas para detectar dioxinas.

Las llamas y la columna de productos químicos podrían haber propagado sustancias tóxicas mucho más allá del lugar de la catástrofe. Se han recibido numerosos informes de lluvia radiactiva no confirmados en todo el noreste. La sección de Ohio del Sierra Club está haciendo un seguimiento de las consecuencias.

El plástico PVC, una “bomba de relojería tóxica”

“Lamentablemente, éste es otro doloroso recordatorio de los peligros que entraña la fabricación, el transporte, el uso y la eliminación de las sustancias químicas contenidas en los plásticos, especialmente el policloruro de vinilo (PVC)”, declaró en un comunicado la organización sin ánimo de lucro Futuro libre de tóxicos (“Toxic-Free Future”).

Miles de trabajos de investigación han relacionado las sustancias químicas utilizadas en los plásticos con una serie de efectos sobre el medio ambiente y la salud. Entre ellos se encuentran los compuestos alteradores endocrinos que causan problemas en los sistemas hormonales del organismo y están relacionados con problemas reproductivos, obesidad, diabetes, TDAH y autismo.

También incluyen microplásticos, que se relacionan con problemas respiratorios, inmunitarios, reproductivos y del aparato digestivo y con un mayor riesgo de cáncer.

Un informe publicado el año pasado por la Fundación Minderoo estimaba que la industria del plástico cuesta a la sociedad unos 100.000 millones de dólares anuales en limpieza medioambiental, degradación de ecosistemas, menor esperanza de vida y tratamientos médicos.

El PVC está ampliamente considerado como el plástico más tóxico, ya que libera dioxinas y plastificantes ftalatos en todas las fases de su ciclo de vida. Es una de las formas de plástico más utilizadas y desechadas, a pesar de que sus efectos tóxicos para el medio ambiente y la salud han sido ampliamente documentados.

El PVC se utiliza sobre todo en materiales de construcción como tuberías y revestimientos de vinilo, en dispositivos médicos y en envases y productos de consumo.

El proceso de producción del PVC expone a los trabajadores y a las comunidades circundantes no sólo al cloruro de vinilo, sino también al amianto y a las “sustancias químicas para siempre” conocidas como PFAS.

El PVC es un material clave para sustituir a las tuberías de plomo, a pesar de las pruebas de que filtra sustancias químicas al suministro de agua y de que los contaminantes del suelo y el agua pueden atravesar las paredes de las tuberías.

El Centro para la Diversidad Biológica ha estado presionando a la EPA desde 2014 para regular los residuos de PVC como peligrosos, llamándolo, una “bomba de tiempo tóxica” y “los productos de consumo más peligrosos jamás fabricados.”

En enero, la EPA denegó provisionalmente la solicitud, argumentando que la normativa no tendría un impacto significativo y que la agencia no disponía del tiempo ni de los recursos necesarios para crear una nueva normativa sobre el PVC.

“Mientras sigamos utilizando PVC, seguiremos teniendo accidentes como éste y es totalmente evitable”, declaró a “Inside Climate News” Emily Jeffers, abogada del Centro para la Diversidad Biológica.

“Si regulamos el PVC como el residuo peligroso que es, eso podría obligar a los productores a desarrollar materiales con propiedades menos tóxicas”, añadió.

Pero según un informe publicado la semana pasada por “The Intercept”, las presiones de grupos industriales como el Vinyl Institute, que han invertido millones de dólares en convencer a los legisladores y a la población de que el PVC es seguro, dificultan la regulación de esta sustancia química.

Entre los grupos de presión figuran varias personas de alto perfil con profundos vínculos con el ‘establishment’ demócrata, junto con al menos un antiguo empleado de la campaña presidencial de Trump.

Entre los financiadores figuran gigantes petroquímicos como Formosa Plastics, Westlake, Shintech Inc. y OxyVinyls, filial de OxyChem, de Occidental Petroleum.

Estas empresas han sido denunciadas 245 veces por infracciones de seguridad y medioambientales y han pagado más de 50 millones de dólares en multas. También se han enfrentado a demandas civiles.

El Instituto del Vinilo (“Vinyl Institute”) ha presionado contra los esfuerzos para prohibir los productos químicos tóxicos y reducir la dependencia de los plásticos. El informe afirma que, gracias a sus “fuertes aliados en el Congreso”, la industria del PVC está preparada para una enorme expansión.

¿Otro encubrimiento de la industria?

A pesar del anuncio de la EPA de que ha asumido el control de la limpieza, “Norfolk Southern” sigue siendo la entidad enteramente responsable de llevarla a cabo.

La empresa ferroviaria contrató al contratista privado CTEH (siglas en inglés del “Center for Toxicology and Environmental Health”, Centro de Toxicología y Salud Medioambiental) para que analizara la calidad del aire, el agua y el suelo en East Palestine. Según “Mother Jones”, “The New York Times” y “Kanekoa News”, la empresa tiene un historial de minimizar los efectos de desastres medioambientales para proteger a las corporaciones.

El CTEH fue acusado de gestionar mal la recogida de datos en un vertido de crudo ocurrido durante el huracán Katrina, un vertido de cenizas de carbón en Tennessee, un caso de paneles de yeso chinos defectuosos que afectó a propietarios de Florida y el vertido de petróleo de BP en 2010.

En todos esos casos, las grandes empresas químicas, “Big Chemical”, utilizaron las conclusiones del CTEH para asegurar a la población que las sustancias químicas vertidas no suponían ningún riesgo para la salud pública, cuando en realidad sí lo suponían.

“Northfolk Southern” también contrató a CTEH cuando uno de sus trenes descarriló en Graniteville, Carolina del Sur, liberando 90 toneladas de gas cloro que mataron a nueve personas.

“The Times” informó de que cuando el CTEH confirmó la afirmación de BP de que “no hubo exposiciones significativas” en el vertido de petróleo de BP en el Golfo de México, Nicholas Cheremisinoff, antiguo ingeniero químico de Exxon que ahora asesora sobre prevención de la contaminación, dijo: “Esto es básicamente como poner al zorro para vigilar el gallinero”.

Según “The Times”:

“Otro toxicólogo familiarizado con CTEH, que pidió el anonimato para evitar represalias de la empresa, describió sus estudios químicos como diseñados para cumplir los objetivos de sus clientes.

“Se les paga para que digan que todo está bien”, dijo esta fuente. “Su trabajo consiste, básicamente, en encontrar las normas y reglamentos que menos protegen y basarse en ellos”.

CTEH incluso proporcionó análisis a Chevron-Texaco cuando fue demandada por decenas de miles de indígenas por no limpiar el vertido de petróleo en sus tierras en Ecuador.

En ese caso, el CTEH concluyó que no había pruebas de que el vertido de petróleo estuviera relacionado con los resultados sanitarios. Chevron perdió el caso en un tribunal ecuatoriano.

En East Palestine, se ha informado en varias ocasiones de que se ha pedido a los residentes a los que el CTEH ha realizado pruebas en sus hogares que firmen renuncias en las que afirman que no responsabilizarán a Norfolk ni a sus filiales, incluido el CTEH, de cualquier responsabilidad futura.

Un residente dijo a Glenn Beck que 340 residentes han firmado los contratos.

“Kanekoa News” tuiteó una descripción de su interacción con CTEH: