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Este domingo, Meridian Brothers trae a Los Ángeles su propuesta refrescante, inclusiva y delirante

Una imagen reciente de la formación en vivo de Meridian Brothers.
(Perla Hernández)
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Tiene nombre de grupo, y en los escenarios, se presenta bajo un formato de grupo, lo que justifica que las fotos incluidas en esta nota muestren a varias personas. Pero, en realidad, Meridian Brothers es un proyecto solista, ya que todo lo que ha dado a conocer de manera discográfica ha sido creado y grabado por un solo individuo: el bogotano Eblis Álvarez.

En todo caso, se trata de un nombre que remite a Lebron Brothers, un legendario combo salsero de Brooklyn que no tuvo la fama que se merecía y que Álvarez ha señalado como influencia, pero que recuerda también a Latin Brothers, la mitica agrupacion colombiana del mismo género que fue fundada por Julio Ernesto Estrada, más conocido como “Fruko”.

No es descabellado verlo de ese modo, porque, a lo largo de sus más de dos décadas y media de carrera, Álvarez ha recurrido a elementos provenientes de la escena afroantillana, aunque lo cierto es que el abanico musical que despliega es mucho más amplio.

En conexión telefónica desde la capital colombiana, el cantante y multi instrumentista, quien visitará por tercera vez nuestra ciudad el próximo 28 de julio con la finalidad de presentarse en el Ford de Hollywood, aprobó las menciones que le hicimos, pero agregó que la denominación provino también del Cuarteto Meridian, un conjunto de guitarra clásica de los ‘90 en el que militaba y que se dedicaba a tocar música académica en momentos en los que él no se había inclinado todavía por la popular.

Origen y desarrollo

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“No le di muchas vueltas al asunto; estaba empezando mi proyecto en solitario, y como no tenía nombre, usé ese”, admitió. “En ese momento, lo que yo quería era hacer varios proyectos donde no se conociera el nombre del que hace la música, como es el caso de [el dúo electrónico francés] Daft Punk”.

Eso no quiere decir que Álvarez se arrepienta de que lo que estaba haciendo adquiriera tanta popularidad y de que su nombre saliera finalmente a flote, sobre todo porque, pese a todo lo dicho, sus composiciones se inmiscuyen frecuentemente en terrenos experimentales que no son precisamente del gusto masivo, lo que quiere decir que el éxito fue una grata sorpresa.

Para ser claros, las primeras grabaciones de Meridian Brothers, realizadas a finales de los ‘90, siguen justamente los parámetros iniciales y no involucraban presentaciones en vivo. En ese sentido, “Mi Latinoamérica Sufre”, que se lanza el 12 de julio, es el décimo primer álbum oficial, aunque existen al menos cinco grabaciones anteriores.

“Armamos la banda en el 2007, cuando me fui de Dinamarca, donde estaba viviendo, y volví a Bogotá, donde me junté con varios compañeros de la universidad para darle forma a lo que terminó siendo el grupo ”, retomó nuestro interlocutor.

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La búsqueda eterna

Como es de esperar, la nueva placa no sigue tampoco el camino tradicional. Contiene, por ejemplo, un tema llamado “Quiero lo mejor para mi huayno” que no suena ni por asomo como un huayno convencional, al menos para los oídos de este redactor peruano, quien se encuentra medianamente familiarizado con el género de origen andino.

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“Bueno, sí tiene la armonía del huayno”, justificó Álvarez. “La idea es lograr sonidos que me apasionan, que vienen de discos que he escuchado. En este caso, buscaba obtener una suerte de huayno con guitarra eléctrica, inspirado en un artista peruano que me gusta mucho, y que se llama Rafael Amaranto”.

Muchos de los discos de Meridian Brothers han estado dedicados a géneros musicales específicos. “Paz en la Tierra” (2021) se iba por el lado del vallenato; “Cumbia Siglo XXI” (2020) era, evidentemente, cumbiero, y “Meridian Brothers y El Grupo Renacimiento” (2022) se inclinaba por la salsa antigua.

“Mi Latinoamérica Sufre” no apunta quizás a un género determinado, pero le da sin duda protagonismo a la guitarra eléctrica. “La base de este trabajo fue el formato a dos guitarras de la música highlife o del soukous”, precisó nuestro entrevistado, refiriéndose con ello a estilos propios del continente africano. “Me gustaba eso de que una de las guitarras sonara muy oscura y la otra muy clara. Pero la idea era agarrar ese formato y transformarlo en algo distinto”.

Otra imagen del grupo.
(Perla Hernández)

Raíz negra

La información de prensa que se nos brindó antes de esta entrevista incluía una lista de canciones que podían sonar muy africanas -y que eran a veces africanas, como era el caso de las piezas interpretadas por Pambou-Tchicaya Tchico, Sam Mangwana y Jocelyn Perrau-, pero que en otras ocasiones, procedían de intérpretes colombianos -como Anne Zwing y Kabaka International Guitar Band-.

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“Lo cierto es que, en mi país, se copió este estilo, porque se importaban los discos y llegó incluso a haber un monopolio de ellos a través de los ‘picoteros’ o los del Sound System”, detalló Álvarez. “Todo esto se dio en la zona del Caribe, sobre todo en Barranquilla y Cartagena”.

Como se puede ver, la versatilidad musical de Meridian Brothers es tan grande que no parece tener mucho sentido preguntarle a su líder por sus artistas de cabecera, sobre todo porque las referencias que maneja parecen cambiar en cada lanzamiento.

“Yo escucho mucha música; me encantan el acordeón, el vallenato y la cumbia, pero me pongo a escuchar música académica cuando quiero emprender nuevas dimensiones”, aseveró el aludido, en alusión a lo que otros siguen llamando de manera equivocada ‘música clásica’.

Por ese lado, comentó que su compositor favorito es el autor húngaro-austríaco György Ligeti, cuya época de esplendor se dio entre los ‘60 y los ‘70, y que se caracterizó por unas creaciones vanguardistas que no fueran recibidas necesariamente con beneplácito por los círculos académicos.

Humor y desafío

Yendo al plano propositivo, la canción “Mandala” le ofrece a nuestro entrevistado la oportunidad de retomar una inquietud que tuvo ya en el pasado, referida a la necesidad de encontrar formas expresivas novedosas para rescatar a la cumbia de su supuesto estancamiento. Pero lo hace de manera bastante directa y coloquial al emplear una letra en la que se señala que, para lograrlo, los artistas tienen que “dejar de cantar huevonadas”.

“Lo que pasa es que, desde hace algún tiempo, me meto como cantante en personajes distintos que representan opiniones ajenas o propias”, detalló Álvarez. “Y eso va desde expresiones superficiales que no tienen sentido hasta meditaciones profundas”.

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La parte humorística que es inherente a su propuesta se extiende a las voces que él mismo emplea, y que suenan a veces muy diferentes entre sí, justamente porque representan a personajes distintos.

“Mi cantante favorito es Enrique Díaz, que hace música vallenata o sabanera”, nos dijo Álvarez. “También me gusta mucho Juancho Polo Valencia, que tiene una voz súper alta y súper nasal. Después viene Diomedes Díaz, aunque no lo puedo imitar”.

“Otra de mis inspiraciones es [el salsero puertorriqueño] Cheo Feliciano, y hay hasta mujeres, como [la cubana] La Lupe”, agregó. “Trato de bajarle el tono de voz para que funcione en una voz masculina, pero siguiendo un poco su intención”.

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Destrucción y representación

Siguiendo con las letras, el nuevo álbum parece tener una extraña obsesión con el lenguaje inclusivo que no se encontraba presente en las obras del pasado. Este es empleado de manera tan despreocupada y tan generosa que puede llevar a imaginar que Álvarez lo está usando de manera burlona.

“No, para nada”, aseguró el músico. “El lenguaje inclusivo llegó para mí en un momento buenísimo, porque ya se me estaba acabando la inspiración para las letras. Aproveché esta ola progresista para montarme en ella y encontrar nuevas formas creativas”.

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Sea como sea, el artista bogotano toma distancia pública de posturas susceptibles de contar con tintes políticos. “Estoy lejos de tomar una posición ideológica con respecto a algo; lo que hago es describir la modernidad como la veo”, aseguró. “Utilizo las formas que hay en la vida contemporánea y las vuelvo letras, las vuelvo situaciones”.

El hecho de haber apelado a muchas vertientes del folclore colombiano y de ser un tipo de Bogotá ha generado también reacciones de toda clase entre sus oyentes, más allá del reconocimiento internacional del que goza actualmente su irreverente propuesta.

“Hay gente que me llama ‘destructor del folclore’, ‘apropiador’ o que dice que estoy arruinándolo todo”, reconoció. “Pero hay otras personas a las que les gusta que se reconstruya la tradición, que se represente a Latinoamérica dentro del marco de la modernidad”.

“En Colombia, me sigue mucha gente joven y gente que era rockera y ‘punketa’”, prosiguió. “Para otros, soy un payaso. Pero hago todo con mucha seriedad y con mucho aplomo”.

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