Los reyes Felipe y Letizia tenían previsto emprender este sábado su primer viaje de Estado a Jordania, país en el que hicieron escala durante su larga luna de miel hace 20 años. Sin embargo, finalmente el monarca asistirá solo; aunque son numerosas las voces que desaconsejan su partida debido a la crisis en Oriente Próximo. En Amán lo espera su homólogo hachemita, Abdalá II (que el pasado junio celebró su Jubileo de plata mientras el español cumplía su primera década en el trono) y la reina consorte Rania. Para disgusto de los amantes del brillo, los próximos 5 y 6 de octubre no veremos a la reina Letizia con ninguna de las joyas que en el pasado la familia real local le obsequió a la visitante.
Si hubiera mantenido el viaje en su agenda, la reina Letizia podría haber recuperado el juego que los reyes Hussein I y Noor (padre y madrastra de Abdalá) le regalaron a la reina Sofía, suegra de la asturiana, cuando los jordanos viajaron a España a finales de marzo de 1985. La esposa de Juan Carlos I lo estrenó, combinado con la diadema Flor de lis, en la cena de gala organizada en el Palacio Real de Madrid para conmemorar el encuentro de los dos jefes de Estado que, además, eran íntimos amigos. Este pequeño aderezo de turquesas (piedras que, dicen, dan suerte) y diamantes montados en oro está compuesto –al menos– por un collar y unos pendientes. Unas piezas relativamente sencillas que por su tono aportan mucha alegría.
La gargantilla está concebida como un hilo en el que las turquesas ovaladas se alternan con diamantes de diversas tallas. Los zarcillos, de estilo años cincuenta, cuentan –cada uno– con un broquel-vergel de diamantes del que nace un escueto hilo que rompe en una calaíta de color verde azulado en forma de lagrimón enmarcada con más diamantes. La reina Letizia eligió los perendengues jordanos para recorrer la abadía de Westminster junto a su marido y el príncipe Harry en 2017. Una actividad organizada dentro de la única visita de Estado de los actuales reyes españoles a su desaparecida tía Lilibeth, Isabel II de Reino Unido. Tal vez la consorte de Felipe VI los eligió a sabiendas de que en 1906 el rey Eduardo VII de Reino Unido y emperador de India (bisabuelo de Isabel II) había premiado a su sobrina la princesa Victoria Eugenia de Battenberg (abuela de Juan Carlos I) con unas alhajitas de turquesas para celebrar su boda con Alfonso XIII.
Para recibir a Felipe VI, la reina Rania podría desempolvar el broche de la joyería Suarez de diamantes–montados en oro blanco– dibujando un abanico que los reyes Juan Carlos y Sofía le entregaron cuando volaron a Jordania en abril de 2006. La consorte de Abdalá II solo lo lució en la merienda de tiros largos que se celebró en el marco de esa cita oficial.
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