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Guerras carlistas: una lucha fratricida por el trono español

Tras la muerte de Fernando VII, España se convirtió en un campo de batalla entre el absolutismo y el liberalismo.

Guerras carlistas: una lucha fratricida por el trono español (Fran Navarro)

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Las guerras carlistas, una serie de sangrientos enfrentamientos que sacudieron a España en el siglo XIX, encarnan uno de los capítulos más tumultuosos de su historia. Estas guerras civiles, desatadas por conflictos dinásticos y diferencias ideológicas, dividieron al país entre liberales, partidarios de reformas y modernización, y carlistas, defensores del orden tradicional absolutista. Cada conflicto, desde 1833 hasta 1876, reconfiguró el mapa político español y dejó dramáticas marcas en la sociedad, exacerbando divisiones que resonarían en la política y cultura españolas durante generaciones.

Carlistas

Victoria carlista en la batalla de Villas de los Navarros. Augusto Ferrer-Dalmau / Wikimedia

El nacimiento del carlismo

Las disputas surgieron de un entramado de luchas dinásticas y políticas, profundamente arraigadas en el tejido de la monarquía española. Con la muerte de Fernando VII en 1833, se desató una intensa lucha sucesoria entre los partidarios de su hermano, Carlos María Isidro, quien representaba el absolutismo y las tradiciones antiguas, y los de su hija, Isabel II, símbolo de una monarquía constitucional y liberal. Fernando VII había derogado la Ley Sálica, que impedía reinar a las mujeres, por lo que Isabel tenía vía libre y legítima para ascender al trono. Sin embargo, Carlos y sus seguidores, los carlistas, no reconocieron este cambio, alegando que violaba las leyes fundamentales del reino. Esta controversia marcó el inicio de las guerras y cristalizó el choque entre el viejo orden absolutista y las nuevas corrientes liberales que buscaban modernizar España.

Carlos María Isidro

Retrato de Carlos María Isidro. Vicente López Portaña / Wikimedia

Las guerras carlistas

La primera guerra carlista (1833-1840) estalló inmediatamente a la muerte de Fernando VII, desencadenada por el rechazo carlista a aceptar a Isabel II como reina. Esta guerra reflejó una disputa dinástica, pero también un profundo conflicto ideológico entre el absolutismo y el emergente liberalismo. Tomás de Zumalacárregui, un militar brillante y carismático, se erigió como una figura central del bando carlista, liderando con notable habilidad en el norte de España. Su muerte en 1835 fue un duro golpe para la causa carlista, que finalmente sufrió una derrota decisiva. El conflicto culminó con el Convenio de Vergara, donde el líder carlista Rafael Maroto acordó con el liberal Baldomero Espartero la integración de los oficiales carlistas en el ejército isabelino, sellando así el fracaso de la primera insurgencia.

Las tensiones no resueltas desembocaron en la segunda (1846-1849) y tercera guerras carlistas (1872-1876). La segunda guerra fue menos intensa y se localizó principalmente en Cataluña, donde los carlistas intentaron aprovechar el descontento local para reavivar su causa. Sin embargo, la falta de un liderazgo fuerte y apoyo suficiente resultó en su rápida contención. La figura de Carlos VI (Carlos Luis de Borbón y Braganza) emergió, aunque su incapacidad para ganar apoyos significativos condujo al rápido declive de la rebelión.

La tercera guerra carlista fue más significativa. Estalló tras la abdicación de Isabel II y la inestabilidad política que siguió. Carlos VII (Carlos de Borbón y Austria-Este) encabezó esta revuelta, destacando por su mayor organización y el apoyo considerable en el País Vasco y Navarra. Aunque inicialmente lograron varios éxitos militares, la falta de un apoyo más amplio y la capacidad del gobierno liberal para organizar una resistencia efectiva llevaron a su derrota. Estas guerras reflejaron la persistente división entre las visiones tradicionalistas y liberales de España, una lucha que prefiguraba conflictos futuros en la historia española.

Carlismo

Carlistas en la concentración anual de Montejurra (1966). Sánchez Martínez / Wikimedia

La guerra en la vida cotidiana y la cultura popular

El conflicto entre carlistas e isabelinos marcó profundamente la vida cotidiana en España, exacerbando divisiones sociales y políticas que penetraron desde las grandes ciudades hasta los más remotos pueblos rurales. La persistente inestabilidad y violencia desplazaron a miles de familias, alterando economías locales y la estructura social tradicional. Culturalmente, las guerras fomentaron una rica vena de literatura y folclore, reflejo de los intensos sentimientos de ambos bandos a través de canciones, poemas y relatos que circulaban. Estas expresiones artísticas documentaban eventos y heroísmos, además de servir como medios para perpetuar ideologías y memorias colectivas.

Consecuencias del conflicto

Las guerras carlistas dejaron un legado duradero en España, reconfigurando su panorama político y monárquico. Tras décadas de conflicto, la monarquía española emergió transformada, con una inclinación más firme hacia un sistema constitucional que limitaba los poderes reales y promovía la formación de un estado liberal moderno. Aunque las derrotas carlistas parecían haber marginalizado esta facción, el carlismo sobrevivió como una corriente política significativa, influyendo en las políticas y el nacionalismo español.

Hasta hoy, el carlismo sigue siendo un componente de la diversidad ideológica de España, manifestándose en debates contemporáneos sobre regionalismo, autonomía y la relación entre tradición y modernidad. A través de partidos políticos y movimientos culturales, los principios carlistas han persistido, adaptándose y resurgiendo en formas nuevas según las circunstancias políticas y sociales del país.

Infantería

Infantería carlista de Navarra. Fernando Miranda / Wikimedia

Estas guerras civiles destacan como un episodio crítico en la historia de España, subrayando la tensión entre tradición y modernización que ha permeado su evolución nacional. Modelaron la estructura política y social de España y reflejaron el desafío universal de conciliar el pasado con el impulso hacia la reforma y la innovación. Las lecciones de las guerras carlistas tienen ecos aún hoy, recordándonos la importancia de la tolerancia y el diálogo en una sociedad dividida, y la necesidad de equilibrar respeto por la tradición con la adopción de cambios progresivos.

Referencias:

  • Aróstegui, J. 2003. El carlismo y las guerras carlistas: hechos, hombres e ideas. La Esfera de los Libros.
  • Clemente Muñoz, J. C. 2011. Breve historia de las guerras carlistas. Nowtilus. 
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