Ser Padres

Siete red flags a vigilar para cuidar la salud mental de los adolescentes, según los psicólogos

La adolescencia es una etapa de cambio, para nuestro hijo y para la propia familia, por eso es conveniente tener en cuenta algunos puntos importantes para que la relación con nuestro adolescente siga siendo igual de buena que antes.

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La adolescencia es una etapa de cambios para toda la familia

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La pregunta de "¿a qué edad empieza la adolescencia?" siempre nos la hacemos cuando vemos cambios en el comportamiento de nuestros hijos que no sabemos cómo explicar, cuando rompen con los esquemas que han ido organizando toda su vida a lo largo de la infancia. La adolescencia se convierte en un viento que viene a revolucionar un poco todo, el hogar, la familia y por supuesto a nuestro hijo o hija, más o menos desde los 10-11 años hasta los 19-20.

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En ocasiones esos cambios van provocando un distanciamiento porque como padres y madres, cuando hablamos de paternidad de adolescentes, hablamos de cambiar el enfoque que traíamos de la infancia de nuestros hijos. Lo que antes valía ya no funciona igual de bien o no funciona en absoluto.

Los hijos cambian y necesitan el apoyo y el consuelo de sus padres y al mismo tiempo los padres y las madres viven preocupados por el desequilibrio emocional de sus hijos, por el impacto a medio y largo plazo que puedan tener en la vida de sus hijos todos estos cambios y por supuesto, por el malestar que generan las situaciones de conflicto que se viven en mayor o menor medida entre los miembros de la familia.

Siempre ha habido adolescentes

Eso es lo que señala Ester Ricós, coordinadora de la Unidad de Salud Mental del adolescente de Ita, “la adolescencia ha existido siempre, pero estamos detectando que tienen más dificultades para afrontar y gestionar a nivel emocional todos los acontecimientos vitales en los que se ven inmersos.”

Y es difícil acompañar y enseñar a gestionar esas emociones cuando muchos de ellos se encuentran con que tienen que pasar parte de esta etapa en soledad, como señala la psicóloga María Velasco, en muchos casos por la escasa posibilidad para conciliar vida familiar y laboral, que tienen sus padres y madres, “se trata de una responsabilidad social más que de los progenitores, porque los padres viven en un ambiente muy complejo, de muchísima exigencia” que hace muy difícil poder compartir tiempo con los hijos precisamente durante la adolescencia, una etapa vital muy complicada.

Cómo cuidar la salud mental de los adolescentes

La Doctora Lisa Damour es psicóloga, madre de dos hijas y colaboradora del New York Times, ella tiene claro que “para los adolescentes no siempre es fácil expresar sus sentimientos” pero los adultos podemos poner en práctica distintas actitudes para que les resulte más sencillo, para que trabajen su capacidad de expresarse, de identificar y de gestionar sus emociones. Actitudes y acciones como estas:

Plantea preguntas concretas. Es mucho más fácil para ellos hablar si evitamos los temas más amplios y generales y nos centramos en cuestiones más específicas.

Adáptate a sus preferencias. Les va a ser más fácil hablarnos de sus sentimientos en situaciones en las que se sienten cómodos y a veces, para algunos adolescentes, es más sencillo si la conversación surge aparentemente de forma espontánea en un paseo que frente a frente. Es importante aprovechar esas oportunidades de conexión con nuestros hijos.

No hace falta un plan para estar juntos. La presencia sin un motivo concreto, sin una finalidad, sin pedirles que hagan algo o sin hacerles muchas preguntas, momentos sin obligaciones en los que se hace más fácil la conexión con nuestros hijos y en los que ellos se sienten más cómodos para hablar de aquello que les inquiete o les preocupe.

Que noten que les escuchas. Es importante evitar la línea unidireccional de diálogo, es importante que sientan que les escuchas, que tienes en cuenta sus aportaciones y sus opiniones. Pero no nos confundamos, la importancia de la escucha activa no tiene por qué traducirse en que los adultos no debamos mantenernos firmes en cuestiones que no son negociables.

En esta etapa vital van a querer estar en su propio espacio, se sienten más cómodos y además, están buscando su identidad pero por otro lado, el problema es que las redes sociales les absorben, en ocasiones, demasiado.

La psiquiatra María Velasco afirma que en muchas ocasiones precisamente el hecho de estar muy conectados a las redes sociales les hace sufrir mucho, “tienen muchas cosas que son efímeras, no les llenan y no saben hacia dónde encaminar su vida” por eso es importante que en la medida de lo posible tu hijo no esté pegado al móvil, sino que lo use de forma consciente y con medida.

El tiempo en familia es de vital importancia durante la adolescencia por eso es tan interesante organizar actividades de ocio con la familia. Ese tiempo en familia les ayuda a saber que pueden contar con sus padres cuando lo necesiten para tratar sus preocupaciones, sus inquietudes e incluso sus problemas.

Los amigos son un pilar fundamental en la adolescencia, necesitan pasar más tiempo entre iguales, eso no quita para que los adultos sigamos interesados en poder localizar rápidamente cualquier señal de alarma mostrando interés por sus amigos, para que les sea más sencillo explicarnos cualquier posible conflicto que puedan tener a nivel social.

Necesitan tanto los límites como la libertad. Y a los padres y las madres nos toca la difícil tarea de encontrar el equilibrio entre el permiso y el control, siempre teniendo en cuenta que en esta etapa es habitual que muestren cierta oposición o desafío a las figuras de autoridad que son y han sido sus padres y madres.

Es importante educar a los niños y por supuesto a los adolescentes en el uso responsable de la tecnología, el tiempo de uso, el conocimiento para utilizarla de forma segura, son ejemplos y enseñanzas que tenemos que dar los adultos.

Los horarios y las rutinas son imprescindibles para que aprendan a planificarse y organizarse. Hábitos y rutinas tanto de alimentación saludable para evitar errores de nutrición a veces muy comunes, como hábitos y rutinas relacionados más con el descanso y la higiene pero también, aquellos que se vinculan con las tareas domésticas, el tiempo de ocio y el tiempo de estudio.

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