Seis pruebas científicas de que la astrología miente

¿Y TÚ QUÉ SIGNO ERES? 

Todo el mundo, señala Javier Armentia, astrofísico y director del Planetario de Pamplona, conoce su signo del zodíaco. Se aprende como se contagia un resfriado. Contacto social. Se trata, apunta, de una especie de folklore. No se aprende en clase, no aparece en el DNI. Se transmite, cuando crecemos, entre iguales. “Es un vehículo de introducción a la sociedad”. Ser leo o capricornio inscribe en un grupo. Proporciona sentido de pertenencia. Uno que se rechaza, puntualiza, cuando las creencias religiosas o ideológicas son fuertes. “Los grupos evangelistas o los testigos de Jehová reaccionan ante la astrología de forma hostil, como lo hacía el nacionalcatolicismo”. La fe, en la astrología, arraiga en un cielo distinto.

PUNTO POR PUNTO

Hace más de 30 años, Armienta impulsó, junto con el astrofísico Miguel Ángel Sabadell, la publicación de un manifiesto titulado Objeciones a la Astrología. Más de 250 científicos españoles replicaban el texto firmado por 19 premios Nobel algunos años antes. Les preocupaba que, pese a la cultura y la educación, las cartas astrales y los horóscopos contribuyeran al "irracionalismo y oscurantismo". Recordaban que la astrología fundaba la visión mágica del mundo antiguo, donde las distancias entre planetas y estrellas eran desconocidas. Creer en la influencia de la fuerza gravitacional de los cuerpos celestes en el nacimiento de una persona o en la toma de decisiones "es simplemente un error".

NOCIÓN CLAVE 

"La gravedad", explica el divulgador científico Álex Riveiro, "tiene efecto a distancias infinitas, pero su intensidad se reduce de forma acelerada (y no gradual) al alejarnos de ese objeto. Como estamos en la superficie de la Tierra, la gravedad que sentimos con más fuerza es la de nuestro planeta, pero incluso el centro de la Vía Láctea, la galaxia de Andrómeda y otras galaxias ejercen su gravedad sobre nosotros. Están a tanta distancia, sin embargo, que su efecto es inapreciable".

UNA VIEJA HISTORIA

Unos 200 antes de Cristo, el filósofo griego Carnéades ya se había enfrentado a las grietas de la astrología. Empleaba tres paradojas. Primera: ¿por qué si el hijo del rey y el de la cocinera nacían el mismo día y a la misma hora y en el mismo palacio no tenían el mismo futuro? Se imponen siempre las cuestiones socioeconómicas. Segunda: ¿por qué si un tracio y el hijo de un judío nacían en Tracia en el mismo momento no compartían destino? Priman las razones étnicas y culturales. Tercera: ¿compartían signo del horóscopo todos los muertos en aquella batalla?

SIN PRUEBAS, CON DUDAS

"La astrología", apunta Montserrat Villar, doctora en Astrofísica e investigadora del CSIC, "presenta múltiples inconsistencias al continuar estancada en ideas y conceptos obsoletos que no se han actualizado con la evolución del conocimiento científico. Por otra parte, los test a los que se ha sometido, elaborados e interpretados con rigor, han demostrado que no tiene carácter predictivo". En 1985, por ejemplo, los astrólogos que participaron en el experimento a doble ciego de Shawn Carlson fueron incapaces de relacionar los perfiles de sus clientes con las cartas astrales que les correspondían.

EL UNIVERSO CABE EN LA MENTE

En las últimas páginas de periódicos y revistas, el horóscopo se pone en fila india. En años, se convierte en uno de los temas más leídos de la web. "A todos", indica la psicóloga Laura Portaencasa, "nos encantaría conocer las consecuencias de nuestras decisiones". El efecto Forer, un fenómeno psicológico por el que buscamos las observaciones ajenas en nosotros mismos, suele operar en quienes creen en la astrología.